Gracias, Scrabble Poble Nou, por hacerlo tan bien y hacérnoslo pasar tan bien!!!
El Twist del Escabel
Pequeñas historias con truco y juego, como golosinas escrabeleras que nacieron y se continúan publicando en Twitter, con el conocido formato de los 140 caracteres. La próxima vez que veas tal o cual palabra sobre un tablero de juego, no digas que no la conocías.
lunes, 17 de diciembre de 2012
jueves, 26 de julio de 2012
Antología twistera (10): Los episodios nacionales - La serie completa
BARCELONA 2004
Iniciamos esta serie de Los Episodios Nacionales (según Parar Gran Taxi Vacío) apuntando al próximo XIV Campeonato de España de Scrabble en Murcia. A través de ellos quiero compartir, en ocho capítulos, algunos consejos que han nacido a partir de mi propia experiencia personal y desde cuyo aprendizaje ésta ha podido retroalimentarse y hacerse mucho más satisfactoria a cada paso. Muchos de vosotros también habréis experimentado estos aprendizajes, pero, para lo que puedan ayudar, aquí quedan.
Octubre de 2004. Debuto en el Campeonato de España en Barcelona, tras haber debutado en competición oficial seis meses atrás en Lloret de Mar y con aquel open como único bagaje competitivo. Redeletras me ha llenado de tanta experiencia como me ha sido posible y el diccionario se ha convertido en mi mejor aliado para tratar de afrontar el Nacional con las garantías que mi espíritu competitivo me requiere, a pesar de mi corta experiencia en el circuito.
La bolsa me acompaña de forma tremenda. Tengo la suerte de enfrentarme a Manchado, Figueras, Hernández, Álvarez, Cassan, Lázaro, Hergueta, Richart... Y la tremenda fortuna de finalizar clasificado en cuarta posición. Como jugador sin Elo adquirido (en aquellos tiempos los criterios de clasificación y obtención de plaza mundialista eran distintos), un resultado así es mi única posibilidad de clasificar al Mundial como novato. Era una opción que ni siquiera entraba en mis planes al comenzar la competición, pero Panamá está ahora a sólo un billete aéreo de distancia, con ningún otro obstáculo por delante.
En este juego, la bolsa es la única que puede poner freno a nuestros sueños. Por pequeño, por inexperto, por desconocido que seas, nada en tu actitud, en tu juego, en tu convicción, debe trabar tus sueños. Sólo la bolsa puede interponerse entre tú y ellos.
Cree en tus posibilidades, no temas a nadie y lucha por todo. Disfruta el juego y dalo todo en él. Si la bolsa te lo permite, ningún sueño será imposible entonces.
BARCELONA 2005
De nuevo en Barcelona, el de 2005 era mi segundo Campeonato de España. Por aquel entonces, un jugador sólo obtenía Elo firme cuando había disputado un mínimo de 15 partidas oficiales y jugado dos campeonatos nacionales. El Elo se obtenía a partir de una fórmula basada en la puntuación media y era una de las dos vías de clasificación al Campeonato del Mundo, en el que había debutado nueve meses atrás, en Panamá, y en el que quería volver a participar en 2005, esta vez en España. La otra vía era la clasificación obtenida en el Nacional.
Probablemente la bolsa no me acompañó tanto como en mi debut, pero, más allá de este hecho, en mi mente había una consigna clara: conseguir tantos puntos como me fuera posible, dejando completamente a un lado el número de victorias o derrotas en que esta actitud pudiera desembocar. Si en mi debut en Campeonato de España había conseguido una media superior a 480 puntos, con 16 partidas oficiales como único bagaje, esta vez quería conseguir 490, 500, 510... Probablemente la bolsa no se puso tan de mi lado, como decía, pero un claro error en mi planteamiento de objetivos sin duda contribuyó a que este Nacional no me dejara un buen sabor de boca. Clasifiqué en décima posición, un buen resultado, pero algo alejado de mis expectativas tras mi fulgurante debut un año antes. Y gran parte de culpa la tuvo este planteamiento en el que el principal objetivo y deseo era la obtención de mayores puntuaciones a cualquier precio. Bajo esa consigna, por el camino se me escaparon algunas victorias que, con un planteamiento más serio, competitivo y, en definitiva, racional, probablemente no habría perdido.
En el Scrabble no se trata de hacer muchos o pocos puntos, sino, simplemente, al menos uno más que tu oponente al finalizar el juego. Y ésta no es una cuestión que tenga que ver únicamente con lo competitivo. Enfrentarnos a otro jugador en el marco de una competición implica tratar de superarnos a nosotros mismos, tratar de doblegar a nuestro oponente desde la sana competencia y un necesario respeto. Centrarnos exclusivamente en nuestro marcador, intentando engordarlo a cualquier precio, manifiesta la no atención a este respeto y nos lleva a obviar todas aquellas facetas de este juego que tienen que ver con la estrategia, el control posicional, la psicología, el planteamiento de retos y estratagemas sobre el tablero y, por lo tanto, nos lleva a jugar a un juego distinto, incompleto y con una gama de matices, de sabores en definitiva, claramente inferior a la que este maravilloso juego es capaz de ofrecernos.
MADRID 2006
Tuve éxito demasiado pronto en el juego. En mi primer Nacional conseguí una cuarta plaza que me llevó a participar en un Mundial con sólo dos torneos disputados. En mis torneos cuarto y quinto conseguí dos victorias consecutivas que podían hacer pensar que esto del Scrabble era un juego de niños. En mi segundo Mundial conseguí una octava plaza que podía parecer una promesa: éramos jóvenes y el mundo estaba hecho para comérselo. En Chile y Argentina una palabra acuña muy bien esta sensación: exitismo. En aquellos tiempos, realmente no sabía de qué iba este juego.
Jugaba como si el juego estuviera hecho únicamente de mecánica, basado en unos principios matemáticos que, bien seguidos, escondían la clave del éxito. Yo conocía esos principios y los primeros resultados estaban llegando muy pronto. La de 2006 había de ser La Temporada. Aplicaba esa mecánica, como un autómata. Ponía en práctica la matemática, pero ésta era fría y metálica. Seguía obteniendo buenos resultados, pero, en esa frialdad y ante la presión autoimpuesta por aquel prematuro éxito inicial, el juego se transformaba en un expediente que cumplir, un resultado que obtener, torneo tras torneo. No alcanzaba al espíritu del juego, ese alma cargada de magia que esconde y que todos, en uno u otro momento, estamos condenados a descubrir. El juego se estaba convirtiendo para mí en una cosa distinta a la que buscaba cuando me acerqué a él.
Se acercaba el tercer Mundial, en Uruguay, un evento al que quería asistir y que en el fondo de mi alma quería desear jugar, como había deseado al juego, con avidez, al comenzar, hacía sólo dos años atrás, aunque pareciera que habían pasado siglos. ¿Qué mejor manera de conseguir volver a desear que optar por no tener?
Dicho y hecho. Renuncié a jugar los dos principales eventos del circuito español: Torneo Máster y Campeonato de España. Acudí a ellos e incluso los arbitré, para colaborar en tanto que había decidido no jugarlos, pero, sobre todo, para que la condena impuesta fuese mayor. Quería tener el juego y la competición junto a mí, ver a mis compañeros competir, luchar, jugar y disfrutar y no poder tenerlo. Empaparme de todo lo mejor del juego y la batalla y llenarme de ganas de tener todo aquello y no poder.
La cosa resultó. Disfruté del siguiente Mundial en Montevideo como nunca antes y, más o menos por aquella época, fue que comencé a aprender a vivir el juego de otra forma.
De la misma manera en que, dentro del juego, cuando los atriles se tornan perversos y se alejan de lo que buscamos para poder ofrecer batalla y obtener disfrute, debemos encontrar las estrategias necesarias para transformarlos, fuera de él, si el juego se convierte en una cosa distinta a lo que era cuando nos acercamos por primera vez, existen también formas de transformar esa sensación. Podemos elegir caminos más o menos dolorosos, pero de lo que se trata es de que sean efectivos.
Al juego nos acercamos para disfrutarlo.
EL PRAT 2007
En Montevideo, en 2006, obtuve una quinta posición, mi mejor clasificación mundialista hasta el momento. Mi preparación para ese mundial había sido exhaustiva, aunque en líneas generales considero que tuve un juego muchísimo más cómodo que el de mis oponentes. Visto con los ojos de las experiencia, considero que por entonces aún era un novato y que ya quisiera verme de nuevo en algún torneo con unos atriles como aquéllos. Curiosamente, fue un juego nefasto en mi última partida el que me impidió meterme en la final, pues me habría dejado empatado en la segunda posición con otros dos jugadores. Los empates se dirimían por la partida duplicada y en aquélla tuve la fortuna de lograr un mejor resultado que los dos grandes maestros que podrían haber sido mis rivales en la búsqueda de la plaza finalista: Rocco Laguzzi y Blai Figueras. En cualquier caso, de haber llegado a la final, Enric Hernández (con mucho mejor preparación, con ventaja deportiva y con la ventaja psicológica de haber defendido la mesa uno durante todo el torneo), me habría vapuleado. En ese sentido, me alegré de no haber llegado a ella: mucho mejor poder disponer de nuevos retos para años posteriores que caer fulminado en una partida después de la gloria de acceder a una final mundialista con sólo dos años de experiencia competitiva.
Era ésta la época en la que la modalidad duplicada estaba en sus primeros estadios de desarrollo, con todo lo que esto implicaba: un software aún imperfecto para la gestión del juego duplicado, o el uso de la modalidad como criterio de desempate para la modalidad clásica.
El Campeonato de España cambiaba de fecha, adelantándose de octubre a mayo, de forma que daría más tiempo a los clasificados al mundial para decidir si confirmaban su participación en éste y poder gestionar sus viajes y estadías mundialistas. Por contra, el cambio de fecha obligaba a todo aquél que quisiera presentarse a ambos torneos con garantías a mantenerse en forma prácticamente a lo largo de toda la temporada.
Me encontraba embarcado en la organización del Campeonato de España, en colaboración con el Club Scrabble El Prat, el organizador ese año, y saturado de estudio tras mi preparación al Mundial de Montevideo, así que decidí darme un respiro en mi preparación y centrarme en aspectos organizativos. No era una renuncia al aspecto competitivo (pues de competitividad siempre he ido bien calzado), sino que confiaba en que los resultados del estudio se mantendrían cinco meses después.
Llegado el torneo, advertí que la fortuna en los robos se sentaba ahora más a menudo del lado de mi oponente, como en una broma respecto al Mundial (o todo, o nada), así como que multitud de dudas de vocabulario me asaltaban, pues toda mi preparación pre-Nacional se limitó a un puñado de partidas oficiales, sin repaso de vocabulario.
Finalicé el torneo en 26ª posición. Mi espíritu competitivo me impulsaba a tratar de maquillar esa clasificación participando en la partida duplicada, que podría hacerme escalar hasta nueve posiciones. Sin embargo, había adquirido el compromiso de arbitrar la partida duplicada y ni la escalada de nueve posiciones ni la de veintiséis debían valer más que este compromiso.
Este Campeonato de España de El Prat me enseñó varias cosas. La primera es que ningún éxito previo garantiza resultados, así como que ningún mal resultado te hace ser peor jugador que ayer; el futuro está repleto de posibilidades para demostrar nuestra valía y nuestros aprendizajes en cualquier ámbito. La segunda es que uno debe ser, con convicción y muy a su pesar en determinadas circunstancias, fiel a su palabra y compromisos. La tercera es que, por muy talentosos que como jugadores podamos llegar a ser, el único camino hacia una mejora continua es la preparación continua. Y, por último, cuando a uno le atraen casi por igual la competición y los aspectos organizativos del juego, debe aprender a separar ambas facetas, pues, de lo contrario, se produce un conflicto de intereses y el resultado sobre la faceta competitiva puede ser terrible; esto último lo viví por primera vez en este Nacional de 2007, pero me costó cuatro años más aprenderlo realmente: si quieres competir, compite, pero, si quieres organizar, únicamente organiza.
Los aprendizajes en el juego, como en la vida, a menudo son mucho más sencillos en la teoría que en la práctica y antes de adquirirlos podemos llevarnos más de una caída en el camino.
LLORET DE MAR 2008
Después del varapalo sufrido en el Nacional de 2007, estaba comenzando a afirmar una idea en mi mente: el Scrabble clásico es una lotería, en la que los jugadores más preparados juegan con más boletos, eso sí, pero una lotería al fin y al cabo. El talento o la preparación pueden justificar los buenos resultados, pero ¿y los malos? ¿Uno se vuelve tonto de repente? ¿O quizás siempre que uno obtiene un mal resultado es porque no se ha preparado lo suficiente, o porque preocupaciones externas le hacen perder tensión competitiva? Analicé las distintas situaciones que había vivido en competición y eso no me cuadraba. Y, entonces, siguiendo el mismo razonamiento, concluí también que no siempre que uno gana es por talento o preparación, sino que participa en la misma lotería que todos los demás jugadores, con más o menos boletos, pero en una lotería al fin y al cabo. Éste es un pensamiento que hoy en día no ha cambiado lo más mínimo para mí.
La cuestión es que decidí pasar algunos meses más sin prepararme, quizás hasta que comenzara a acercarse el siguiente mundial. Y, curiosidades del destino: de pronto, tras un pésimo Nacional y con un bagaje léxico del que cada día se me escurría, por falta de uso, un puñado de palabras, me topo con dos segundos puestos en los dos últimos ópenes de la temporada y, a la vuelta de las vacaciones, un Campeonato de España Máster en el que, congregándose la flor y nata del Scrabble español, gano mis nueve partidas casi sin despeinarme. Recuerdo que sufrí en mi partida con Enric Hernández y con Carlos Puente. En las demás, fue un paseo militar. ¿Me había vuelto un lumbrera otra vez, de repente? Tuve una suerte tremenda y dudo que en un torneo de nueve rondas se pueda robar jamás con mejor mano. Y recuerdo que pensé: "¡Jo, vaya suerte has tenido! Juegas muy bien, pero la fortuna contigo ha agotado el cupo en este torneo. No creo que jamás llegues a ser campeón de España". Y juro por el comodín, que es lo más sagrado en el juego, que lo pensé exactamente así. Estaba convencido.
Me preparé con algo más de un mes de previsión para mi siguiente Mundial, en Colombia. Malas partidas para firmar un mal torneo y finalizar en 22ª posición. Y, sin embargo, en duplicada, una segunda plaza a un punto del título. Por aquel entonces aún no me había convertido en un especialista en esta modalidad, así que ese subcampeonato me supo a gloria y reafirmó en mí la idea de que preparación y resultados en el Scrabble clásico no siempre van de la mano.
De esta forma, continué preparándome para asaltar el siguiente Campeonato de España: Lloret 2008. Pude estudiar bastante, aunque no iba mucho más preparado de lo que lo había estado en algunos otros torneos, o de lo que lo volvería a estar en otros en el futuro. Mis ocho primeras partidas fueron terribles. Con rivales de distinto nivel, aunque en teoría todos ellos asequibles, me hubiera ido muy bien disponer de un desfibrilador al final de cada una de mis partidas. Al finalizar la octava ronda, verbalicé, en esas tertulias de pasillo tan típicas en los torneos, que, por favor, pedía a la bolsa algunas partidas cómodas o no terminaría vivo aquel torneo. Y, justo cuando el swiss comenzaba a emparejarme a mis rivales más duros, la bolsa fue para mí como un genio de la lámpara dispuesta a cumplir mi deseo. Caí sólo en una partida y en las seis restantes vencí con muchísima comodidad (incluso pudiendo permitirme algunos errores) al puñado de jugadores que copaban las encuestas como aspirantes al título.
Primer título de campeón de España justo cuando menos hubiera esperado conseguirlo, porque creía que ése era un honor reservado a otros jugadores.
En este capítulo de esta serie sólo puedo compartir dos aprendizajes con vosotros. El primero es que cuanto mejor os preparéis más opciones tendréis de alcanzar grandes cotas. El segundo es que, por más que nos empeñemos, al jugar Scrabble clásico aceptamos participar en una lotería; podremos comprar más boletos que otros jugadores, pero las bolas siempre saldrán del bombo; en los buenos y en los malos resultados.
VALENCIA 2009
Al ganar el Campeonato de España en Lloret en 2008, había cumplido un sueño de muchísimos años (de hecho un sueño de muchos años antes de conocer siquiera que existía un circuito de competición). Pero algo muy curioso es que ese cumplimiento llegaba justo en un momento en el que pensaba que ya jamás llegaría y que, además, la sensación resultante de la victoria no tenía nada que ver con lo que siempre había pensado que uno debía sentir al ganar un evento de esa magnitud. Siempre he creído que uno debe aprender a reconocer exactamente dónde se encuentra y cuáles han sido las condiciones para ello, y ese ejercicio de introspección me llevaba a concluir que la suerte había tenido mucho peso en el resultado, así como que lo verdaderamente importante, más allá de la satisfacción por el triunfo, no era éste en sí mismo, sino que había sido el ánimo de superación personal el que me había llevado a él. Y, cuando uno alcanza una cima, la importancia y el aprendizaje no están en la meta, sino en el camino. Tratar de entender de esta forma nuestros éxitos puede ofrecernos nuevas perspectivas y aprendizajes, mucho más provechosos que el éxito en sí mismo.
Con la tranquilidad de ese sueño cumplido, estaba convencido de que lo que me pedía el cuerpo para la temporada siguiente era de nuevo el arbitraje, así que, para no permitir que el paso del tiempo borrara la convicción en ese impulso, en la despedida misma del Nacional me puse a disposición del club Azeuxis para 2009, año en que el club sevillano se iba a encargar de la organización de la mayor fiesta del Scrabble español.
A lo largo de la temporada surgieron ciertos problemas logísticos que impidieron que Azeuxis pudiera llevar adelante la organización, tomando entonces el relevo el club Zajarí de Valencia. Promesa hecha es promesa por cumplir, así que el cambio de organizador no fue obstáculo para que en 2009 estuviera encargándome del arbitraje, faceta del juego que me apasiona prácticamente en la misma medida que la que experimento al sentarme a jugar y competir.
Empezó el torneo con la duplicada, modalidad que no quería dejar de jugar a pesar de mi arbitraje en clásica y, en una partida relativamente sencilla, tuve la suerte de jugar tranquilo y sin ninguna presión, lo que me llevó a firmar un excelente resultado, un punto por delante del maestro Antonio Álvarez, especialista en una modalidad en la que yo sólo me consideraba un buen jugador.
El torneo clásico fue tranquilo y, tras las primeras rondas, en que me había dedicado casi exclusivamente a la corrección de la duplicada, pude dedicarme de lleno al arbitraje y a seguir el desarrollo del torneo y de algunas partidas en concreto. Miguel Rivera encaraba la última jornada como líder con cierta ventaja, pero el grupo de perseguidores era amplio y combativo y Miguel, al que la suerte le volvió completamente la espalda en la jornada de clausura, cedía el liderato para que el torneo llegara a su última ronda con cuatro aspirantes a hacerse con el título: Antonio Álvarez, Carlos Puente, Montse Sánchez y Eufrasio Millán. Parte de la emoción de este final trataba de quedar reflejada en este artículo del Boletín AJS.
Montse Sánchez, SCRA, "la otra mitad de BBLE" (nicks de Montse Sánchez y Patxi Navarro en ReDeLetras.com), se alzaba con el título de campeona de España y el que suscribe, siguiendo el final de la partida desde el escenario, rompió a llorar como nunca, mientras aún le llegaban las últimas impugnaciones y algunos participantes, que aún se mantenían ajenos al hecho de que en la mesa uno acababa de quedar adjudicado el título, miraban esas lágrimas con la extrañeza de quien no entiende que un árbitro pueda estar llorando.
El título de campeón de España duplicado supuso una enorme alegría, pero el verdadero aprendizaje en este caso fue hallar en el interior de mí mismo la certeza de que la felicidad y la emoción pueden llegar a ser mucho mayores por los éxitos de los seres queridos que por los propios. Es por esto, entre otras cosas, que mi convencimiento de que los éxitos propios sólo tienen un pequeño valor para uno mismo es cada vez más firme. El éxito es producto de una actitud en el fondo egoísta: el afán de superar a los demás y a uno mismo. El orgullo por los logros de nuestros seres queridos valdrá siempre mucho más que eso.
SEVILLA 2010
El de 2009 fue el año más exitoso de mi carrera escrablística y eso, en términos de digestión de resultados, lo convirtió en un año más terrible aún que el de mis excelentes inicios. Había tenido la fortuna de imponerme en seis torneos locales y de haberme proclamado subcampeón andino duplicado, campeón andino clásico y campeón de España, de Europa y del mundo duplicado. Había pasado de ser un buen jugador de duplicada a convertirme en un especialista en la modalidad. La nube desde la que podía darme el golpe del siglo estaba altísima.
Había conseguido mis resultados en duplicada a base de entrenar jugando una duplicada tras otra, cientos de partidas durante varios meses, hasta sumar tanta experiencia que casi podría jugarlas con los ojos cerrados. La duplicada, para lo bueno y para lo malo, es una modalidad en la que no dependes del azar de la bolsa y sí de tus propias habilidades. Aunque, en un universo duplicado como el del Scrabble en español, en el que aún estamos muy lejos de conocer todo el diccionario y de acercarnos a la partida perfecta, ni siquiera dando lo mejor de nosotros mismos podemos asegurar el éxito, ya que tus principales oponentes pueden tener un mejor día que tú, o puede salir justo esa palabra que tú no conoces pero sí tu oponente, de la misma forma que puede ocurrir al contrario. Da igual si conoces 10.000 palabras más que tu oponente; si sale justo la que él conoce y tú no, la ventaja es para él. En cierto modo, esta circunstancia no deja de ser una forma de azar.
La cuestión era que, en definitiva, si continuaba preparándome en duplicada como hasta entonces, podría minimizar el peso del azar en mis partidas clásicas y continuar aspirando a todo en duplicada. Repetir el triplete del año anterior (nacional, europeo y mundial) era una gesta altamente improbable, pero quería prepararme para intentar repetir cetro mundial. La confianza es una cuestión clave en los grandes retos, así que mi convicción de que lo conseguiría era plena. Pero la línea que separa la confianza de la soberbia suele ser muy fina y es difícil aprender que no es lo mismo estar convencido que creérselo.
Sea como sea, llegué al nacional con plena confianza y, aunque no pude hacerme con el título duplicado, la cuarta posición obtenida, aun con un porcentaje bastante discreto, podía considerarse un resultado satisfactorio. En clásico, el destino quiso que de nuevo me encontrara con atriles cómodos en un buen número de mis partidas y, aunque la fortuna no me acompañó tanto como en el Máster 2007 o en el Nacional Clásico 2008, la experiencia adquirida en grandes competiciones en los últimos años me había servido para llegar a las últimas rondas con opciones y para jugar éstas con la confianza, la fortuna y la tranquilidad necesarias para hacerme con el título de nuevo.
Pero el verdadero aprendizaje de esta temporada no lo obtuve en el Nacional. En él, si acaso, aprendí que nuestra experiencia nos permite afrontar situaciones complicadas cada vez con mayor confianza y tranquilidad y eso, acabe o no traduciéndose en un buen resultado, ya es un gran logro. Pero el aprendizaje de verdad, ése que te transforma y te convierte en una nueva y mejorada versión de ti mismo, aún tardaría unos meses en llegar. Así que será en la siguiente entrada.
LAS PALMAS 2011
Habíamos llegado al año 2010 con un montón de horas de práctica en duplicada, con un 2009 prácticamente imposible de mejorar y con un nacional que apuntaba a nuevos éxitos (nuevo título en modalidad clásica y cuarto puesto en duplicada). Las expectativas para 2010 no podían ser mejores y los retos tras el nacional eran fascinantes: tres meses más para intentar repetir título europeo y unos seis meses más para optar igualmente al doblete mundial.
Con más preparación y confianza afronté la cita europea, pero las sensaciones durante la partida no fueron buenas desde el primer momento. Además, una polémica en torno a la interpretación del reglamento descalificó dos de mis jugadas, lo que me llevó de una teórica tercera plaza (con un discreto porcentaje, fruto de una partida con falta de concentración) a una octava (con un porcentaje realmente alejado de lo esperado). El Europeo de este año se acabó convirtiendo en una experiencia muy poco gratificante, por motivos ajenos a la propia competición, y esto se acabó reflejando en el resultado de la competición clásica, así como en los ánimos con los que salía del torneo. Los años de experiencia, sin embargo, me empujaban a salir de ese bache anímico que había supuesto París y a prepararme (con doble motivación si cabe) para el Mundial de Costa Rica.
En la cita mundialista, hubo un momento en el que los atriles comenzaron a gastarme macabras bromas durante demasiadas rondas consecutivas. En algunas de ellas no podía quejarme de mal juego, pero el de mis rivales era mucho mejor, llevándome, entre otras anécdotas, a firmar la derrota con mayor puntuación o la mayor puntuación conjunta del torneo (con derrota también). En otras, directamente tenía un juego absolutamente desastroso. Recuerdo especialmente una en la que en el turno cuatro tuve ocasión de formar el segundo muro (palabra de siete letras en paralelo a otra) de mi historial competitivo: SONAjEE en paralelo a ARELANDO y formando ZUÑÍAS al tiempo con mi S; pues bien, después de tal subidón de adrenalina y moral y de otro CRUJE en paralelo para obtener 67 puntos, acabé perdiendo esa partida por unos 100 puntos. Son cosas del juego y uno debe aprender a convivir con ello, más aún en un evento en que la mayoría de jugadores están muy preparados, pero toda paciencia es capaz de agotarse. Hacia el final de esa nefasta jornada, el halo de negatividad que estaba construyendo en torno a mí crecía como un huracán y en mi juego ya no había ambición o combatividad, sino impotencia e ira.
Comenzó la última ronda clásica de la jornada y, de pronto, como si fuera el protagonista de un programa de cámara oculta, la bolsa me lo daba todo ahora, para acabar llegando a tres cuartos de partida con una puntuación muy alta y una ventaja de unos 150 puntos. Recuerdo que el pensamiento que me embargó fue exactamente: "no quiero ganar esta partida por 150 puntos, quiero ganarla por 300". Así que, confiando en la fortuna que me venía proporcionando la bolsa en esa partida, abrí una línea de pornueve y otra de portrés, dejándolas abiertas mientras buscaba las más altas puntuaciones posibles en cada turno. Estaba encarando el juego con una actitud estúpida, con la cual tiraba por tierra todos los aprendizajes adquiridos en los últimos años y permitía que fuera la rabia quien jugara por mí. Ni un novato lo podría estar haciendo peor en esos momentos. Por fortuna para mi oponente, aunque también para mí, consiguió ocupar ese pornueve y vaciar la bolsa justo en el momento en que en mi atril había entrado la Q, de forma que terminé perdiendo esa partida al descuento. Me quería morir y no podía estar más enfadado con el juego y menos orgulloso de mí mismo en esos momentos.
Pero la competición puede llegar a ser mucho más cruel a veces, y el espíritu competitivo puede llegar a ser tan férreo y obstinado que, incluso en uno de los peores momentos de tu existencia, te empuja a seguir compitiendo y a intentar sacar la cabeza del barro, aun encontrándote en el mismo epicentro de tus miserias, con más necesidad de salir huyendo que de quedarte, muy probablemente, a seguir recibiendo. De esta forma encaraba la partida duplicada del día.
En el turno dos se me escapó un OBLIGUEN que había visto la práctica totalidad del resto de aspirantes al título y que me dejaba ya sin opciones de firmar un buen resultado. Y fue entonces cuando viví la experiencia más traumática de mi historia con la competición. Comencé a sufrir palpitaciones y a tener serias dificultades para respirar. Pedí un vaso de agua y me repetía a mí mismo que necesitaba calma, que no podía permitir que el juego me estuviera llevando a estos extremos. Tuve mucha fortuna, ya que conseguí paliar ese estado de ansiedad al tiempo que seguir compitiendo de forma notable. En los cuatro turnos siguientes dejé escapar 46 puntos, aunque también pesqué un LIVIDECE que muy pocos vieron, y pude reponerme hasta el punto de obtener un inesperado 100% en los últimos 9 turnos. Acabé maquillando la competición clásica con una 18ª posición y terminé la duplicada con un 8º puesto, tan digno como alejado de mis aspiraciones.
El mundial de Costa Rica 2010 fue la mejor experiencia competitiva de mi vida. El resultado fue muy insatisfactorio en relación a mi preparación y expectativas, pero el mejor premio que podía darme ese mundial no partía de una tabla clasificatoria. El verdadero y enorme aprendizaje que obtuve allí fue asumir que vinimos al juego para disfrutar, competir sanamente y crecer, para aprender en las victorias y sobre todo en las derrotas. El verdadero aprendizaje fue asumir que no podemos permitir que el juego nos lleve a vivir con angustia, sino que nos ofrece disfrute, pero también las dosis necesarias de adversidad para que aprendamos a crecer también en ella. Y la verdad es que, demasiado acostumbrados a tropezar una y otra vez en piedras iguales, necesitamos repetir muchos aprendizajes hasta poder decir que son completamente nuestros, si es que algún día consiguen llegar a serlo.
Haciendo un ejercicio de afirmación de estas convicciones en los meses siguientes, participé en el siguiente campeonato de España, el de Las Palmas de 2011, con nuevas perspectivas. Tuve partidas con buen y con mal juego. La bolsa no me permitió hacer grandes proezas, pero sí las suficientes como para acabar enmendando con una novena plaza un torneo clásico en líneas generales no muy bueno. En duplicado no mantuve la concentración necesaria, probablemente en parte de forma consciente, como terapia por las heridas aún no cicatrizadas, que exigían más el disfrute de la competición que la guerra con el cuchillo entre los dientes. Obtuve una satisfactoria tercera plaza con un porcentaje por el que sólo unos meses atrás podría haber agarrado un nuevo berrinche.
Los resultados en estos meses posteriores al nacional de 2011 han seguido siendo buenos, pero las sensaciones han sido infinitamente mejores. No he renunciado a la tensión competitiva, pero sí a la tensión vital derivada del juego y quizás eso haya podido tener influencia en los resultados. Nunca lo sabré. Nunca sabré si podría llegar a ser mejor jugador que éste o aquél, ni dónde podría estar realmente mi techo competitivo, ni si esto es sólo una excusa para justificar futuros buenos o malos resultados. Mi única certeza es que, si puedo ser un poco más feliz al jugar y competir, cualquier resultado se convierte en una mera anécdota.
Este fin de semana estaremos participando en el XIV Campeonato de España en Murcia, durante el duplicado como jugador y durante el clásico como jurado y reportero. No quiero permitirme vivir una experiencia como ésta con angustia. La vida y el juego tienen cosas mucho más bellas que ofrecernos que un número dentro de un listado.
Iniciamos esta serie de Los Episodios Nacionales (según Parar Gran Taxi Vacío) apuntando al próximo XIV Campeonato de España de Scrabble en Murcia. A través de ellos quiero compartir, en ocho capítulos, algunos consejos que han nacido a partir de mi propia experiencia personal y desde cuyo aprendizaje ésta ha podido retroalimentarse y hacerse mucho más satisfactoria a cada paso. Muchos de vosotros también habréis experimentado estos aprendizajes, pero, para lo que puedan ayudar, aquí quedan.
Octubre de 2004. Debuto en el Campeonato de España en Barcelona, tras haber debutado en competición oficial seis meses atrás en Lloret de Mar y con aquel open como único bagaje competitivo. Redeletras me ha llenado de tanta experiencia como me ha sido posible y el diccionario se ha convertido en mi mejor aliado para tratar de afrontar el Nacional con las garantías que mi espíritu competitivo me requiere, a pesar de mi corta experiencia en el circuito.
La bolsa me acompaña de forma tremenda. Tengo la suerte de enfrentarme a Manchado, Figueras, Hernández, Álvarez, Cassan, Lázaro, Hergueta, Richart... Y la tremenda fortuna de finalizar clasificado en cuarta posición. Como jugador sin Elo adquirido (en aquellos tiempos los criterios de clasificación y obtención de plaza mundialista eran distintos), un resultado así es mi única posibilidad de clasificar al Mundial como novato. Era una opción que ni siquiera entraba en mis planes al comenzar la competición, pero Panamá está ahora a sólo un billete aéreo de distancia, con ningún otro obstáculo por delante.
En este juego, la bolsa es la única que puede poner freno a nuestros sueños. Por pequeño, por inexperto, por desconocido que seas, nada en tu actitud, en tu juego, en tu convicción, debe trabar tus sueños. Sólo la bolsa puede interponerse entre tú y ellos.
Cree en tus posibilidades, no temas a nadie y lucha por todo. Disfruta el juego y dalo todo en él. Si la bolsa te lo permite, ningún sueño será imposible entonces.
BARCELONA 2005
De nuevo en Barcelona, el de 2005 era mi segundo Campeonato de España. Por aquel entonces, un jugador sólo obtenía Elo firme cuando había disputado un mínimo de 15 partidas oficiales y jugado dos campeonatos nacionales. El Elo se obtenía a partir de una fórmula basada en la puntuación media y era una de las dos vías de clasificación al Campeonato del Mundo, en el que había debutado nueve meses atrás, en Panamá, y en el que quería volver a participar en 2005, esta vez en España. La otra vía era la clasificación obtenida en el Nacional.
Probablemente la bolsa no me acompañó tanto como en mi debut, pero, más allá de este hecho, en mi mente había una consigna clara: conseguir tantos puntos como me fuera posible, dejando completamente a un lado el número de victorias o derrotas en que esta actitud pudiera desembocar. Si en mi debut en Campeonato de España había conseguido una media superior a 480 puntos, con 16 partidas oficiales como único bagaje, esta vez quería conseguir 490, 500, 510... Probablemente la bolsa no se puso tan de mi lado, como decía, pero un claro error en mi planteamiento de objetivos sin duda contribuyó a que este Nacional no me dejara un buen sabor de boca. Clasifiqué en décima posición, un buen resultado, pero algo alejado de mis expectativas tras mi fulgurante debut un año antes. Y gran parte de culpa la tuvo este planteamiento en el que el principal objetivo y deseo era la obtención de mayores puntuaciones a cualquier precio. Bajo esa consigna, por el camino se me escaparon algunas victorias que, con un planteamiento más serio, competitivo y, en definitiva, racional, probablemente no habría perdido.
En el Scrabble no se trata de hacer muchos o pocos puntos, sino, simplemente, al menos uno más que tu oponente al finalizar el juego. Y ésta no es una cuestión que tenga que ver únicamente con lo competitivo. Enfrentarnos a otro jugador en el marco de una competición implica tratar de superarnos a nosotros mismos, tratar de doblegar a nuestro oponente desde la sana competencia y un necesario respeto. Centrarnos exclusivamente en nuestro marcador, intentando engordarlo a cualquier precio, manifiesta la no atención a este respeto y nos lleva a obviar todas aquellas facetas de este juego que tienen que ver con la estrategia, el control posicional, la psicología, el planteamiento de retos y estratagemas sobre el tablero y, por lo tanto, nos lleva a jugar a un juego distinto, incompleto y con una gama de matices, de sabores en definitiva, claramente inferior a la que este maravilloso juego es capaz de ofrecernos.
MADRID 2006
Tuve éxito demasiado pronto en el juego. En mi primer Nacional conseguí una cuarta plaza que me llevó a participar en un Mundial con sólo dos torneos disputados. En mis torneos cuarto y quinto conseguí dos victorias consecutivas que podían hacer pensar que esto del Scrabble era un juego de niños. En mi segundo Mundial conseguí una octava plaza que podía parecer una promesa: éramos jóvenes y el mundo estaba hecho para comérselo. En Chile y Argentina una palabra acuña muy bien esta sensación: exitismo. En aquellos tiempos, realmente no sabía de qué iba este juego.
Jugaba como si el juego estuviera hecho únicamente de mecánica, basado en unos principios matemáticos que, bien seguidos, escondían la clave del éxito. Yo conocía esos principios y los primeros resultados estaban llegando muy pronto. La de 2006 había de ser La Temporada. Aplicaba esa mecánica, como un autómata. Ponía en práctica la matemática, pero ésta era fría y metálica. Seguía obteniendo buenos resultados, pero, en esa frialdad y ante la presión autoimpuesta por aquel prematuro éxito inicial, el juego se transformaba en un expediente que cumplir, un resultado que obtener, torneo tras torneo. No alcanzaba al espíritu del juego, ese alma cargada de magia que esconde y que todos, en uno u otro momento, estamos condenados a descubrir. El juego se estaba convirtiendo para mí en una cosa distinta a la que buscaba cuando me acerqué a él.
Se acercaba el tercer Mundial, en Uruguay, un evento al que quería asistir y que en el fondo de mi alma quería desear jugar, como había deseado al juego, con avidez, al comenzar, hacía sólo dos años atrás, aunque pareciera que habían pasado siglos. ¿Qué mejor manera de conseguir volver a desear que optar por no tener?
Dicho y hecho. Renuncié a jugar los dos principales eventos del circuito español: Torneo Máster y Campeonato de España. Acudí a ellos e incluso los arbitré, para colaborar en tanto que había decidido no jugarlos, pero, sobre todo, para que la condena impuesta fuese mayor. Quería tener el juego y la competición junto a mí, ver a mis compañeros competir, luchar, jugar y disfrutar y no poder tenerlo. Empaparme de todo lo mejor del juego y la batalla y llenarme de ganas de tener todo aquello y no poder.
La cosa resultó. Disfruté del siguiente Mundial en Montevideo como nunca antes y, más o menos por aquella época, fue que comencé a aprender a vivir el juego de otra forma.
De la misma manera en que, dentro del juego, cuando los atriles se tornan perversos y se alejan de lo que buscamos para poder ofrecer batalla y obtener disfrute, debemos encontrar las estrategias necesarias para transformarlos, fuera de él, si el juego se convierte en una cosa distinta a lo que era cuando nos acercamos por primera vez, existen también formas de transformar esa sensación. Podemos elegir caminos más o menos dolorosos, pero de lo que se trata es de que sean efectivos.
Al juego nos acercamos para disfrutarlo.
EL PRAT 2007
En Montevideo, en 2006, obtuve una quinta posición, mi mejor clasificación mundialista hasta el momento. Mi preparación para ese mundial había sido exhaustiva, aunque en líneas generales considero que tuve un juego muchísimo más cómodo que el de mis oponentes. Visto con los ojos de las experiencia, considero que por entonces aún era un novato y que ya quisiera verme de nuevo en algún torneo con unos atriles como aquéllos. Curiosamente, fue un juego nefasto en mi última partida el que me impidió meterme en la final, pues me habría dejado empatado en la segunda posición con otros dos jugadores. Los empates se dirimían por la partida duplicada y en aquélla tuve la fortuna de lograr un mejor resultado que los dos grandes maestros que podrían haber sido mis rivales en la búsqueda de la plaza finalista: Rocco Laguzzi y Blai Figueras. En cualquier caso, de haber llegado a la final, Enric Hernández (con mucho mejor preparación, con ventaja deportiva y con la ventaja psicológica de haber defendido la mesa uno durante todo el torneo), me habría vapuleado. En ese sentido, me alegré de no haber llegado a ella: mucho mejor poder disponer de nuevos retos para años posteriores que caer fulminado en una partida después de la gloria de acceder a una final mundialista con sólo dos años de experiencia competitiva.
Era ésta la época en la que la modalidad duplicada estaba en sus primeros estadios de desarrollo, con todo lo que esto implicaba: un software aún imperfecto para la gestión del juego duplicado, o el uso de la modalidad como criterio de desempate para la modalidad clásica.
El Campeonato de España cambiaba de fecha, adelantándose de octubre a mayo, de forma que daría más tiempo a los clasificados al mundial para decidir si confirmaban su participación en éste y poder gestionar sus viajes y estadías mundialistas. Por contra, el cambio de fecha obligaba a todo aquél que quisiera presentarse a ambos torneos con garantías a mantenerse en forma prácticamente a lo largo de toda la temporada.
Me encontraba embarcado en la organización del Campeonato de España, en colaboración con el Club Scrabble El Prat, el organizador ese año, y saturado de estudio tras mi preparación al Mundial de Montevideo, así que decidí darme un respiro en mi preparación y centrarme en aspectos organizativos. No era una renuncia al aspecto competitivo (pues de competitividad siempre he ido bien calzado), sino que confiaba en que los resultados del estudio se mantendrían cinco meses después.
Llegado el torneo, advertí que la fortuna en los robos se sentaba ahora más a menudo del lado de mi oponente, como en una broma respecto al Mundial (o todo, o nada), así como que multitud de dudas de vocabulario me asaltaban, pues toda mi preparación pre-Nacional se limitó a un puñado de partidas oficiales, sin repaso de vocabulario.
Finalicé el torneo en 26ª posición. Mi espíritu competitivo me impulsaba a tratar de maquillar esa clasificación participando en la partida duplicada, que podría hacerme escalar hasta nueve posiciones. Sin embargo, había adquirido el compromiso de arbitrar la partida duplicada y ni la escalada de nueve posiciones ni la de veintiséis debían valer más que este compromiso.
Este Campeonato de España de El Prat me enseñó varias cosas. La primera es que ningún éxito previo garantiza resultados, así como que ningún mal resultado te hace ser peor jugador que ayer; el futuro está repleto de posibilidades para demostrar nuestra valía y nuestros aprendizajes en cualquier ámbito. La segunda es que uno debe ser, con convicción y muy a su pesar en determinadas circunstancias, fiel a su palabra y compromisos. La tercera es que, por muy talentosos que como jugadores podamos llegar a ser, el único camino hacia una mejora continua es la preparación continua. Y, por último, cuando a uno le atraen casi por igual la competición y los aspectos organizativos del juego, debe aprender a separar ambas facetas, pues, de lo contrario, se produce un conflicto de intereses y el resultado sobre la faceta competitiva puede ser terrible; esto último lo viví por primera vez en este Nacional de 2007, pero me costó cuatro años más aprenderlo realmente: si quieres competir, compite, pero, si quieres organizar, únicamente organiza.
Los aprendizajes en el juego, como en la vida, a menudo son mucho más sencillos en la teoría que en la práctica y antes de adquirirlos podemos llevarnos más de una caída en el camino.
LLORET DE MAR 2008
Después del varapalo sufrido en el Nacional de 2007, estaba comenzando a afirmar una idea en mi mente: el Scrabble clásico es una lotería, en la que los jugadores más preparados juegan con más boletos, eso sí, pero una lotería al fin y al cabo. El talento o la preparación pueden justificar los buenos resultados, pero ¿y los malos? ¿Uno se vuelve tonto de repente? ¿O quizás siempre que uno obtiene un mal resultado es porque no se ha preparado lo suficiente, o porque preocupaciones externas le hacen perder tensión competitiva? Analicé las distintas situaciones que había vivido en competición y eso no me cuadraba. Y, entonces, siguiendo el mismo razonamiento, concluí también que no siempre que uno gana es por talento o preparación, sino que participa en la misma lotería que todos los demás jugadores, con más o menos boletos, pero en una lotería al fin y al cabo. Éste es un pensamiento que hoy en día no ha cambiado lo más mínimo para mí.
La cuestión es que decidí pasar algunos meses más sin prepararme, quizás hasta que comenzara a acercarse el siguiente mundial. Y, curiosidades del destino: de pronto, tras un pésimo Nacional y con un bagaje léxico del que cada día se me escurría, por falta de uso, un puñado de palabras, me topo con dos segundos puestos en los dos últimos ópenes de la temporada y, a la vuelta de las vacaciones, un Campeonato de España Máster en el que, congregándose la flor y nata del Scrabble español, gano mis nueve partidas casi sin despeinarme. Recuerdo que sufrí en mi partida con Enric Hernández y con Carlos Puente. En las demás, fue un paseo militar. ¿Me había vuelto un lumbrera otra vez, de repente? Tuve una suerte tremenda y dudo que en un torneo de nueve rondas se pueda robar jamás con mejor mano. Y recuerdo que pensé: "¡Jo, vaya suerte has tenido! Juegas muy bien, pero la fortuna contigo ha agotado el cupo en este torneo. No creo que jamás llegues a ser campeón de España". Y juro por el comodín, que es lo más sagrado en el juego, que lo pensé exactamente así. Estaba convencido.
Me preparé con algo más de un mes de previsión para mi siguiente Mundial, en Colombia. Malas partidas para firmar un mal torneo y finalizar en 22ª posición. Y, sin embargo, en duplicada, una segunda plaza a un punto del título. Por aquel entonces aún no me había convertido en un especialista en esta modalidad, así que ese subcampeonato me supo a gloria y reafirmó en mí la idea de que preparación y resultados en el Scrabble clásico no siempre van de la mano.
De esta forma, continué preparándome para asaltar el siguiente Campeonato de España: Lloret 2008. Pude estudiar bastante, aunque no iba mucho más preparado de lo que lo había estado en algunos otros torneos, o de lo que lo volvería a estar en otros en el futuro. Mis ocho primeras partidas fueron terribles. Con rivales de distinto nivel, aunque en teoría todos ellos asequibles, me hubiera ido muy bien disponer de un desfibrilador al final de cada una de mis partidas. Al finalizar la octava ronda, verbalicé, en esas tertulias de pasillo tan típicas en los torneos, que, por favor, pedía a la bolsa algunas partidas cómodas o no terminaría vivo aquel torneo. Y, justo cuando el swiss comenzaba a emparejarme a mis rivales más duros, la bolsa fue para mí como un genio de la lámpara dispuesta a cumplir mi deseo. Caí sólo en una partida y en las seis restantes vencí con muchísima comodidad (incluso pudiendo permitirme algunos errores) al puñado de jugadores que copaban las encuestas como aspirantes al título.
Primer título de campeón de España justo cuando menos hubiera esperado conseguirlo, porque creía que ése era un honor reservado a otros jugadores.
En este capítulo de esta serie sólo puedo compartir dos aprendizajes con vosotros. El primero es que cuanto mejor os preparéis más opciones tendréis de alcanzar grandes cotas. El segundo es que, por más que nos empeñemos, al jugar Scrabble clásico aceptamos participar en una lotería; podremos comprar más boletos que otros jugadores, pero las bolas siempre saldrán del bombo; en los buenos y en los malos resultados.
VALENCIA 2009
Al ganar el Campeonato de España en Lloret en 2008, había cumplido un sueño de muchísimos años (de hecho un sueño de muchos años antes de conocer siquiera que existía un circuito de competición). Pero algo muy curioso es que ese cumplimiento llegaba justo en un momento en el que pensaba que ya jamás llegaría y que, además, la sensación resultante de la victoria no tenía nada que ver con lo que siempre había pensado que uno debía sentir al ganar un evento de esa magnitud. Siempre he creído que uno debe aprender a reconocer exactamente dónde se encuentra y cuáles han sido las condiciones para ello, y ese ejercicio de introspección me llevaba a concluir que la suerte había tenido mucho peso en el resultado, así como que lo verdaderamente importante, más allá de la satisfacción por el triunfo, no era éste en sí mismo, sino que había sido el ánimo de superación personal el que me había llevado a él. Y, cuando uno alcanza una cima, la importancia y el aprendizaje no están en la meta, sino en el camino. Tratar de entender de esta forma nuestros éxitos puede ofrecernos nuevas perspectivas y aprendizajes, mucho más provechosos que el éxito en sí mismo.
Con la tranquilidad de ese sueño cumplido, estaba convencido de que lo que me pedía el cuerpo para la temporada siguiente era de nuevo el arbitraje, así que, para no permitir que el paso del tiempo borrara la convicción en ese impulso, en la despedida misma del Nacional me puse a disposición del club Azeuxis para 2009, año en que el club sevillano se iba a encargar de la organización de la mayor fiesta del Scrabble español.
A lo largo de la temporada surgieron ciertos problemas logísticos que impidieron que Azeuxis pudiera llevar adelante la organización, tomando entonces el relevo el club Zajarí de Valencia. Promesa hecha es promesa por cumplir, así que el cambio de organizador no fue obstáculo para que en 2009 estuviera encargándome del arbitraje, faceta del juego que me apasiona prácticamente en la misma medida que la que experimento al sentarme a jugar y competir.
Empezó el torneo con la duplicada, modalidad que no quería dejar de jugar a pesar de mi arbitraje en clásica y, en una partida relativamente sencilla, tuve la suerte de jugar tranquilo y sin ninguna presión, lo que me llevó a firmar un excelente resultado, un punto por delante del maestro Antonio Álvarez, especialista en una modalidad en la que yo sólo me consideraba un buen jugador.
El torneo clásico fue tranquilo y, tras las primeras rondas, en que me había dedicado casi exclusivamente a la corrección de la duplicada, pude dedicarme de lleno al arbitraje y a seguir el desarrollo del torneo y de algunas partidas en concreto. Miguel Rivera encaraba la última jornada como líder con cierta ventaja, pero el grupo de perseguidores era amplio y combativo y Miguel, al que la suerte le volvió completamente la espalda en la jornada de clausura, cedía el liderato para que el torneo llegara a su última ronda con cuatro aspirantes a hacerse con el título: Antonio Álvarez, Carlos Puente, Montse Sánchez y Eufrasio Millán. Parte de la emoción de este final trataba de quedar reflejada en este artículo del Boletín AJS.
Montse Sánchez, SCRA, "la otra mitad de BBLE" (nicks de Montse Sánchez y Patxi Navarro en ReDeLetras.com), se alzaba con el título de campeona de España y el que suscribe, siguiendo el final de la partida desde el escenario, rompió a llorar como nunca, mientras aún le llegaban las últimas impugnaciones y algunos participantes, que aún se mantenían ajenos al hecho de que en la mesa uno acababa de quedar adjudicado el título, miraban esas lágrimas con la extrañeza de quien no entiende que un árbitro pueda estar llorando.
El título de campeón de España duplicado supuso una enorme alegría, pero el verdadero aprendizaje en este caso fue hallar en el interior de mí mismo la certeza de que la felicidad y la emoción pueden llegar a ser mucho mayores por los éxitos de los seres queridos que por los propios. Es por esto, entre otras cosas, que mi convencimiento de que los éxitos propios sólo tienen un pequeño valor para uno mismo es cada vez más firme. El éxito es producto de una actitud en el fondo egoísta: el afán de superar a los demás y a uno mismo. El orgullo por los logros de nuestros seres queridos valdrá siempre mucho más que eso.
SEVILLA 2010
El de 2009 fue el año más exitoso de mi carrera escrablística y eso, en términos de digestión de resultados, lo convirtió en un año más terrible aún que el de mis excelentes inicios. Había tenido la fortuna de imponerme en seis torneos locales y de haberme proclamado subcampeón andino duplicado, campeón andino clásico y campeón de España, de Europa y del mundo duplicado. Había pasado de ser un buen jugador de duplicada a convertirme en un especialista en la modalidad. La nube desde la que podía darme el golpe del siglo estaba altísima.
Había conseguido mis resultados en duplicada a base de entrenar jugando una duplicada tras otra, cientos de partidas durante varios meses, hasta sumar tanta experiencia que casi podría jugarlas con los ojos cerrados. La duplicada, para lo bueno y para lo malo, es una modalidad en la que no dependes del azar de la bolsa y sí de tus propias habilidades. Aunque, en un universo duplicado como el del Scrabble en español, en el que aún estamos muy lejos de conocer todo el diccionario y de acercarnos a la partida perfecta, ni siquiera dando lo mejor de nosotros mismos podemos asegurar el éxito, ya que tus principales oponentes pueden tener un mejor día que tú, o puede salir justo esa palabra que tú no conoces pero sí tu oponente, de la misma forma que puede ocurrir al contrario. Da igual si conoces 10.000 palabras más que tu oponente; si sale justo la que él conoce y tú no, la ventaja es para él. En cierto modo, esta circunstancia no deja de ser una forma de azar.
La cuestión era que, en definitiva, si continuaba preparándome en duplicada como hasta entonces, podría minimizar el peso del azar en mis partidas clásicas y continuar aspirando a todo en duplicada. Repetir el triplete del año anterior (nacional, europeo y mundial) era una gesta altamente improbable, pero quería prepararme para intentar repetir cetro mundial. La confianza es una cuestión clave en los grandes retos, así que mi convicción de que lo conseguiría era plena. Pero la línea que separa la confianza de la soberbia suele ser muy fina y es difícil aprender que no es lo mismo estar convencido que creérselo.
Sea como sea, llegué al nacional con plena confianza y, aunque no pude hacerme con el título duplicado, la cuarta posición obtenida, aun con un porcentaje bastante discreto, podía considerarse un resultado satisfactorio. En clásico, el destino quiso que de nuevo me encontrara con atriles cómodos en un buen número de mis partidas y, aunque la fortuna no me acompañó tanto como en el Máster 2007 o en el Nacional Clásico 2008, la experiencia adquirida en grandes competiciones en los últimos años me había servido para llegar a las últimas rondas con opciones y para jugar éstas con la confianza, la fortuna y la tranquilidad necesarias para hacerme con el título de nuevo.
Pero el verdadero aprendizaje de esta temporada no lo obtuve en el Nacional. En él, si acaso, aprendí que nuestra experiencia nos permite afrontar situaciones complicadas cada vez con mayor confianza y tranquilidad y eso, acabe o no traduciéndose en un buen resultado, ya es un gran logro. Pero el aprendizaje de verdad, ése que te transforma y te convierte en una nueva y mejorada versión de ti mismo, aún tardaría unos meses en llegar. Así que será en la siguiente entrada.
LAS PALMAS 2011
Habíamos llegado al año 2010 con un montón de horas de práctica en duplicada, con un 2009 prácticamente imposible de mejorar y con un nacional que apuntaba a nuevos éxitos (nuevo título en modalidad clásica y cuarto puesto en duplicada). Las expectativas para 2010 no podían ser mejores y los retos tras el nacional eran fascinantes: tres meses más para intentar repetir título europeo y unos seis meses más para optar igualmente al doblete mundial.
Con más preparación y confianza afronté la cita europea, pero las sensaciones durante la partida no fueron buenas desde el primer momento. Además, una polémica en torno a la interpretación del reglamento descalificó dos de mis jugadas, lo que me llevó de una teórica tercera plaza (con un discreto porcentaje, fruto de una partida con falta de concentración) a una octava (con un porcentaje realmente alejado de lo esperado). El Europeo de este año se acabó convirtiendo en una experiencia muy poco gratificante, por motivos ajenos a la propia competición, y esto se acabó reflejando en el resultado de la competición clásica, así como en los ánimos con los que salía del torneo. Los años de experiencia, sin embargo, me empujaban a salir de ese bache anímico que había supuesto París y a prepararme (con doble motivación si cabe) para el Mundial de Costa Rica.
En la cita mundialista, hubo un momento en el que los atriles comenzaron a gastarme macabras bromas durante demasiadas rondas consecutivas. En algunas de ellas no podía quejarme de mal juego, pero el de mis rivales era mucho mejor, llevándome, entre otras anécdotas, a firmar la derrota con mayor puntuación o la mayor puntuación conjunta del torneo (con derrota también). En otras, directamente tenía un juego absolutamente desastroso. Recuerdo especialmente una en la que en el turno cuatro tuve ocasión de formar el segundo muro (palabra de siete letras en paralelo a otra) de mi historial competitivo: SONAjEE en paralelo a ARELANDO y formando ZUÑÍAS al tiempo con mi S; pues bien, después de tal subidón de adrenalina y moral y de otro CRUJE en paralelo para obtener 67 puntos, acabé perdiendo esa partida por unos 100 puntos. Son cosas del juego y uno debe aprender a convivir con ello, más aún en un evento en que la mayoría de jugadores están muy preparados, pero toda paciencia es capaz de agotarse. Hacia el final de esa nefasta jornada, el halo de negatividad que estaba construyendo en torno a mí crecía como un huracán y en mi juego ya no había ambición o combatividad, sino impotencia e ira.
Comenzó la última ronda clásica de la jornada y, de pronto, como si fuera el protagonista de un programa de cámara oculta, la bolsa me lo daba todo ahora, para acabar llegando a tres cuartos de partida con una puntuación muy alta y una ventaja de unos 150 puntos. Recuerdo que el pensamiento que me embargó fue exactamente: "no quiero ganar esta partida por 150 puntos, quiero ganarla por 300". Así que, confiando en la fortuna que me venía proporcionando la bolsa en esa partida, abrí una línea de pornueve y otra de portrés, dejándolas abiertas mientras buscaba las más altas puntuaciones posibles en cada turno. Estaba encarando el juego con una actitud estúpida, con la cual tiraba por tierra todos los aprendizajes adquiridos en los últimos años y permitía que fuera la rabia quien jugara por mí. Ni un novato lo podría estar haciendo peor en esos momentos. Por fortuna para mi oponente, aunque también para mí, consiguió ocupar ese pornueve y vaciar la bolsa justo en el momento en que en mi atril había entrado la Q, de forma que terminé perdiendo esa partida al descuento. Me quería morir y no podía estar más enfadado con el juego y menos orgulloso de mí mismo en esos momentos.
Pero la competición puede llegar a ser mucho más cruel a veces, y el espíritu competitivo puede llegar a ser tan férreo y obstinado que, incluso en uno de los peores momentos de tu existencia, te empuja a seguir compitiendo y a intentar sacar la cabeza del barro, aun encontrándote en el mismo epicentro de tus miserias, con más necesidad de salir huyendo que de quedarte, muy probablemente, a seguir recibiendo. De esta forma encaraba la partida duplicada del día.
En el turno dos se me escapó un OBLIGUEN que había visto la práctica totalidad del resto de aspirantes al título y que me dejaba ya sin opciones de firmar un buen resultado. Y fue entonces cuando viví la experiencia más traumática de mi historia con la competición. Comencé a sufrir palpitaciones y a tener serias dificultades para respirar. Pedí un vaso de agua y me repetía a mí mismo que necesitaba calma, que no podía permitir que el juego me estuviera llevando a estos extremos. Tuve mucha fortuna, ya que conseguí paliar ese estado de ansiedad al tiempo que seguir compitiendo de forma notable. En los cuatro turnos siguientes dejé escapar 46 puntos, aunque también pesqué un LIVIDECE que muy pocos vieron, y pude reponerme hasta el punto de obtener un inesperado 100% en los últimos 9 turnos. Acabé maquillando la competición clásica con una 18ª posición y terminé la duplicada con un 8º puesto, tan digno como alejado de mis aspiraciones.
El mundial de Costa Rica 2010 fue la mejor experiencia competitiva de mi vida. El resultado fue muy insatisfactorio en relación a mi preparación y expectativas, pero el mejor premio que podía darme ese mundial no partía de una tabla clasificatoria. El verdadero y enorme aprendizaje que obtuve allí fue asumir que vinimos al juego para disfrutar, competir sanamente y crecer, para aprender en las victorias y sobre todo en las derrotas. El verdadero aprendizaje fue asumir que no podemos permitir que el juego nos lleve a vivir con angustia, sino que nos ofrece disfrute, pero también las dosis necesarias de adversidad para que aprendamos a crecer también en ella. Y la verdad es que, demasiado acostumbrados a tropezar una y otra vez en piedras iguales, necesitamos repetir muchos aprendizajes hasta poder decir que son completamente nuestros, si es que algún día consiguen llegar a serlo.
Haciendo un ejercicio de afirmación de estas convicciones en los meses siguientes, participé en el siguiente campeonato de España, el de Las Palmas de 2011, con nuevas perspectivas. Tuve partidas con buen y con mal juego. La bolsa no me permitió hacer grandes proezas, pero sí las suficientes como para acabar enmendando con una novena plaza un torneo clásico en líneas generales no muy bueno. En duplicado no mantuve la concentración necesaria, probablemente en parte de forma consciente, como terapia por las heridas aún no cicatrizadas, que exigían más el disfrute de la competición que la guerra con el cuchillo entre los dientes. Obtuve una satisfactoria tercera plaza con un porcentaje por el que sólo unos meses atrás podría haber agarrado un nuevo berrinche.
Los resultados en estos meses posteriores al nacional de 2011 han seguido siendo buenos, pero las sensaciones han sido infinitamente mejores. No he renunciado a la tensión competitiva, pero sí a la tensión vital derivada del juego y quizás eso haya podido tener influencia en los resultados. Nunca lo sabré. Nunca sabré si podría llegar a ser mejor jugador que éste o aquél, ni dónde podría estar realmente mi techo competitivo, ni si esto es sólo una excusa para justificar futuros buenos o malos resultados. Mi única certeza es que, si puedo ser un poco más feliz al jugar y competir, cualquier resultado se convierte en una mera anécdota.
Este fin de semana estaremos participando en el XIV Campeonato de España en Murcia, durante el duplicado como jugador y durante el clásico como jurado y reportero. No quiero permitirme vivir una experiencia como ésta con angustia. La vida y el juego tienen cosas mucho más bellas que ofrecernos que un número dentro de un listado.
jueves, 19 de julio de 2012
Antología twistera (9): Piqué, Shakira y el Scrabble
Es absolutamente alucinante. Piqué (uno de los mejores centrales del mundo), y Shakira (una de las mejores artistas del mundo) se hacen noticia no por dar un pase de gol a lo Beckenbauer o por hacer de una rotura de pelvis y clavícula un nuevo paso de baile, sino por jugar al Scrabble. Olé por ellos, porque son ricos, exitosos, jóvenes y guapos, ídolos de jóvenes y objeto de deseo de madres y padres (deseo lascivo o deseo de un yerno o nuera como ellos, pero deseo al fin y al cabo) y porque cualquier cosa que tocan se convierte en noticia. Olé por ellos por jugar a este juego tan desconocido y publicarlo en FB con la misma naturalidad que si se tratara de ir a una disco de moda o descender unos rápidos, sin miedo a que los tachen de frikis (porque hoy en día eso de hacerse unos rápidos debe ser más bien una cotidianeidad).
Pues, así, tal cual: Piqué y Shakira empiezan una partida de Scrabble, cuelgan la foto en FB y, al momento, más de 25000 personas pinchan "me gusta" y casi mil lo comparten. Fijáos si no llega a ser noticia que hasta en este humilde blog estamos hablando de ello. Olé por ellos.
Lo que le repatea a un escrablista de pro no es este hecho, porque cualquier publicidad del juego es buena para nuestra pequeña subcultura. Lo que le repatea a un escrablista de pro es que, enseguida, algunos medios de comunicación se lancen a hacer de esto una noticia, cuando estamos hartos de dejarnos la piel por hacer de éste "un juego de provecho", convocando torneos, talleres, actividades con ayuntamientos, escuelas, centros cívicos... cuando estamos cansados de pregonar a los cuatro vientos que éste es un juego fantástico, que tiene campeones del mundo, que lo juegan millones de personas en distintos idiomas, que va muy bien para ejercitar la memoria, mejorar las habilidades cognitivas, sociales... No quieran engañarnos. La noticia no es que Piqué y Shakira jueguen al Scrabble. La noticia es que Piqué y Shakira han hecho algo y lo han compartido en FB, con seguimiento masivo por parte de sus seguidores, de los que muchos ni siquiera sabrán en qué consiste este maldito juego.
Y, más allá de esta noticia anti-noticia, en mi mente quedan también unos cuantos interrogantes:
¿A dónde irá Piqué con ese A-V-E-M-E-D-Y de su atril? ¿Cambiará fichas al estilo argentino, para buscar un scrabble, o intentará limpiar su atril en un par de turnos haciendo un par de jugadas de puntuación o de contención, más a la manera venezolana o española?
Si Piqué va ganando, ¿será él quien formó ese REMEDIE en porcuatro, demostrando gran talento para este juego? Y, si es así, y ninguno de los dos cambió fichas en sus turnos anteriores, ¿en qué pensaba para salir con AÉREO, gastando excelentes fichas para obtener misérrimos 12 puntos? Intuimos entonces que el JUEGA es de Shakira y que, por tanto, Piqué va en cabeza por 52 a 21. ¡¡¡Vamos, Piqué!!!
Y, Shakira, por más que te empeñes en dejar a mano el móvil para poder consultar el lexicón y el portátil para jugar tus turnos en ReDeLetras, por más que pongas pose de Enric Hernández... hija mía, si no apuntas ni llevas el control de las fichas, ¿no sabes que así difícilmente podrás remontar?
¿Sabrá Shakira que la chaquira eran las cuentas y abalorios que los españoles vendían a los indígenas americanos?
Si Picciochi y Porterie fueran a dar unos pelotazos al parque un domingo y lo subieran a FB, ¿tendrían más de 20000 "me gusta" y serían noticia por ello?
Piqué, ¿sabes que este año jugamos el mundial de Scrabble en Santa Susanna, vamos, muy cerquita de Barcelona? Vente pacá, hombre, y tráete a la Shakira, a ver si alguna vez pudiéramos llegar a hacer de éste "un juego de provecho".
Sorpresas te da la vida.
jueves, 12 de julio de 2012
Antología twistera (8): Apalabrados
El dichoso robotito verde sabe bien cómo funciona esto. Nosotros no: somos unos auténticos aficionados cuyo grito (que en nuestra breve historia ya viene de largo) resuena como el eco estéril en el chiste de Eugenio ("¡¿hay alguien?!"). Y, cuando por fin una voz contesta, puede que no tengamos la valentía necesaria para escucharla. El robotito verde, los trending topic (con una vida inferior a los 11 minutos, dicen, pero armando más ruido que un elefante en una cacharrería) y todo aquello que tiene que ver con lo consumible, lo exprés, lo fugaz, en este mundo de obsolescencia programada en el que nosotros mismos quedamos obsoletos si no nos pulsan en "me gusta". ¡Malditos diablos!
Pues resulta que ahora hay toda una comunidad enloquecida con el dichoso Apalabrados y, aunque debo reconocer que no he probado el jueguito (mi teléfono móvil aún manda sus mensajes a través de Correos... el modelo anterior los enviaba en burro), la verdad es que tiene una pinta estupenda. Y parece que sube como la espuma. Y da igual si muchos de esos jugones locos no han pisado un libro tiempo ha: esto del Apalabrados es una auténtica locura colectiva. Y la culpa de esto no es ni del abuelo Butts, tomando sus artesanales fichitas de esos cajones de un desván para montar a mano un nuevo juego, ni de Mattel, que vive más pendiente de sus Barbies (y de veras que lo entiendo, porque dónde va a parar una buena Barbie comparada con un jueguito de tablero que, además, es saboteado una y otra vez a base de un par de pases mágicos evadiendo derechos), ni de nosotros, pobres predicadores medio afónicos de las maravillas de un juego que, sobre un tablero de verdad, apenas es nada, mientras que jugado desde un flamante móvil es la caña de España. No nos engañemos, la culpa es del dichoso robotito verde, que debe ser algo así como El Oráculo que todo lo sabe, o el Rey Midas que todo lo que toca se convierte en oro.
Pues bien, señor Android, le diré una cosa: podrá usted tener medio embobados a millones de personas en un montón de idiomas, podrá usted conseguir en un suspiro lo que nosotros no seamos capaces de hacer en un millón de años, podrá usted "tener movida hace tiempo" (como decían Los Refrescos), pero jamás conseguirá enseñar a ninguno de esos fervientes seguidores suyos que este juego está repleto de magia, que cuando uno se sienta frente a un tablero de juego, con su rival enfrente, con el relojito al lado descontando segundos con perversión, con sudores, miradas y re-acomodos en la silla una y otra vez, esa maravilla que usted propaga a través de las ondas como un virus por el que todos quieren enfermar se queda en nada, se vuelve nada, pequeño androide de hojalata verde.
Y mientras cada uno de los enganchados a este fantástico Apalabrados os volvéis a conectar para jugar otra partida, y luego otra... en esos fugaces o eternos instantes en que os mantenéis tomando vuestra dosis, estáis perdiendo una nueva oportunidad de saber que el verdadero juego se disfruta en tablero, o que este año aún dispones de una ocasión única para probarlo y prepararte, con la antelación suficiente, para conseguir ser uno de los privilegiados que pueda disfrutar en España del XVI Campeonato Mundial de Scrabble(R) en Español.
Little Green Man: ¿puedes hacer esto? :p
jueves, 5 de julio de 2012
Antología twistera (7): En busca de la felicidad: la serie completa
Para todos aquéllos que no hayáis seguido los artículos de esta serie, unos de los más leídos en la pequeña historia de este blog, aquí podéis disponer de la serie completa en un solo artículo:
Gestionando su atril, el escrablista es un ser en busca de la felicidad, del paraíso prometido en el turno siguiente si conseguimos dar con la combinación precisa de equilibrio, versatilidad y fortuna que transforme esa promesa en un scrabble con cara, ojos y su correspondiente lugar sobre el tablero.
Os proponemos esta vez un juego en forma de test, desde cuyos resultados poder sacar algunas conclusiones positivas con las que mejorar en el juego. De los siguientes atriles, si pudieras deshacerte sobre el tablero (o devolver a la bolsa) las fichas necesarias para quedarte con tu atril ideal, ¿cuál sería éste? ¿Con qué resto de atril te quedarías en cada caso para tratar de conseguir scrabble en el turno siguiente?
Enviad vuestras respuestas como comentarios a esta entrada (estos comentarios no serán publicados) antes del lunes 9 de abril de 2012 y entre todos podremos componer un bonito y productivo estudio sobre la gestión del atril en el juego. Además, estableceremos un sistema de puntuación basado en un objetivo análisis de probabilidades y conformaremos una clasificación de los participantes en el juego.
1. S-RR-A-F-C-E-D
2. E-S-X-O-P-O-C
3. A-Z-F-Y-A-O-E
4. E-O-E-U-S-A-Z
5. I-R-P-N-M-A-CH
6. B-Q-M-U-P-U-I
7. A-L-A-H-J-E-O
8. A-O-A-R-U-R-U
9. U-N-S-I-C-Z-S
10. N-O-A-F-N-E-Z
11. E-O-A-Q-A-L-G
12. O-R-I-L-A-O-O
13. F-A-C-P-I-T-D
14. I-RR-E-N-C-T-I
15. R-Ñ-E-O-R-U-E
16. E-E-D-O-O-A-N
17. I-R-X-N-E-S-C
18. O-U-P-A-M-S-B
19. A-T-Y-E-U-C-U
20. L-E-A-I-I-N-E
* * *
EN BUSCA DE LA FELICIDAD (2): LA FRECUENCIA DE APARICIÓN EN EL IDIOMA
Hace unos días planteábamos el problema que aparece en esta entrada. La participación no ha sido muy elevada y mucho nos tememos que este hecho es fruto de que algunos lectores del blog han podido tomárselo demasiado como un examen, en el que podían sentirse evaluados y comparados con otros. Lo cierto es que nos hubiera gustado haber obtenido una mayor participación, para poder extraer unos resultados estadísticos que nos permitieran analizar las distintas maneras de pensar y enfrentarse a los distintos atriles en aras de tratar de conseguir scrabble en el turno siguiente. De esta forma, ampliamos el plazo para vuestra participación, en tanto que esta entrada se dividirá en tres capítulos que se presentarán en esta y las próximas dos semanas.
Podéis enviar vuestras propuestas como comentario a ésta o a la entrada original. Vuestras respuestas no serán publicadas, para no condicionar así las propuestas de otros participantes.
En la búsqueda del resto de atril ideal para tratar de conseguir scrabble en el turno siguiente, son tres los factores principales a tener en cuenta y en el equilibrio entre ellos se encuentra la piedra filosofal de la gestión del atril: la frecuencia de aparición en el idioma, el equilibrio entre vocales y consonantes y el número de fichas que componen el resto de atril.
FRECUENCIA DE APARICIÓN EN EL IDIOMA:
Todos sabemos que una A en el atril es mucho mejor que una Q, por pura intuición. Esto es porque sabemos que la A forma parte de un mayor número de palabras en español que la Q, aunque a veces podemos no saber si es mejor una O que una I, una R que una N, una Ñ que una X...
EQUILIBRIO ENTRE VOCALES Y CONSONANTES:
Por muy buenas letras que contenga, un resto de atril con A-E-N-E-A suele ser a menudo peor que un resto A-B-C-E. El segundo de ellos contiene B y C, letras mucho menos versátiles y con menor frecuencia de aparición que la N, pero, al menos, éste es un atril equilibrado y, por tanto, probablemente con mayor garantía de convertirse en scrabble en el turno siguiente.
CANTIDAD DE FICHAS DEL RESTO DE ATRIL:
Un resto de atril suele tener mayor garantía de éxito cuanto mayor número de letras contiene, ya que, siempre que cumpla las dos anteriores premisas (presencia idiomática y equilibrio) la incertidumbre resultante del acto de extraer fichas de la bolsa se reduce proporcionalmente al número de fichas por robar.
Esta semana analizaremos el primero de los tres factores, la FRECUENCIA DE APARICIÓN EN EL IDIOMA.
En cuanto a las vocales, probablemente la gran mayoría de nosotros no tengamos demasiadas dudas: la A es mejor letra que la E, ésta es mejor que la I y la O y éstas dos son mejores que la U. Pero, por ejemplo, ¿qué letra es mejor, la I o la O?
Si atendemos a lo que dice la fría estadística, la I participa sólo en un 93% de palabras de 7 y 8 letras (los scrabbles más típicos en el juego) respecto al 100% en que fijaríamos la participación de la O. Sin embargo, tengamos en cuenta que dos oes en el atril suelen ser un problema y tres oes son directamente un desastre. Con tres oes apenas contamos con los a menudo desconocidos e improbables ROMPOPO, SOMPOPO, ZOMPOPO y OLOPOPO, unos pocos verbos, algunos adjetivos acabados en -OSO y las típicas terminaciones en -ÓLOGO, que son muy dadas a escapársenos a la hora de buscar el scrabble. Sin embargo, en muchas ocasiones puede lidiarse con dos o incluso tres íes, especialmente si contamos adicionalmente con A y R, pues contamos con la valiosísima terminación -IRÍA (la cual, si le añadimos una S, podemos transformar en -IRÍAIS).
¿Tiene sentido, verdad? Pues la estadística nos quita la razón, porque la I se queda entonces, en estos casos, en porcentajes de aparición respecto a la O del 79% (con dos de éstas repetidas) y del 90% (con tres repetidas), aunque, claro, siempre será más sencillo conocer y/o encontrar scrabbles acabados en -IRÍA o -IRÍAIS (pues conocemos muchos verbos de la tercera conjugación) que, por ejemplo, adjetivos acabados en -OSO (¿cuáles aparecen en el diccionario y cuáles no?), o sustantivos acabados en -ÓLOGO (probablemente uno de los sufijos en que más cuesta pensar a la hora de afrontar la cocción del scrabble).
Y, en cuanto a las consonantes, ¿cuáles son las mejores, cuáles aquéllas con las que se puede lidiar y cuáles las que definitivamente nos dan más problemas que satisfacciones? Aquí, la mayoría estamos de acuerdo en que S, R y N son las mejores, entre otras cosas porque permiten la formación de gran cantidad de terminaciones verbales. La S es la absoluta reina del juego (porque, además, genera los plurales), seguida a corta distancia de la R (que, además, se alía muy bien con muchas consonantes: -BR-, -CR-, -DR-, -FR-, -GR-, -NR-, -PR-, -RB-, -RC-, -RD-, -RG-, -RJ-, -RL-, -RM-, -RN-, -RP-, -RS-, -RT-, -RZ-, -TR-) y, algo más lejos, la N, (que se ofrece a los gerundios y terceras personas del plural, así como también a muchas alianzas consonánticas). Hasta aquí, bastante claro, pero, después de éstas, ¿cuáles siguen?
El siguiente grupo en orden de frecuencia (entre el 40% y el 50% respecto a la todopoderosa S) está compuesto por cuatro letras, encontrando la primera sorpresa en una de ellas a la que los escrablistas solemos no tener especial aprecio. En este orden, tenemos a T, C, D y L.
La T y la C forman parte de gran cantidad de palabras en español (sólo tenemos que ver la cantidad de páginas que ocupan en el DRAE en papel las palabras que comienzan por estas letras). Andan casi a la par en participación y la T además se ofrece a las terminaciones en -ASTE, prefijos en ANT-, ENT-, INT-, TRAS-..., aunque la C también en los prefijos CON-, que son bastantes. La T se asocia muy bien especialmente en las combinaciones -CT-, -LT-, -NT-, -RT-, -TR-, -ST-, -XT-, mientras que la C lo hace en -CC-, -CL-, -LC-, -NC-, -CR-, -RC-, -SC-, -CT-, -XC-. Como vemos, son dos consonantes muy parecidas en su versatilidad y presencia en el idioma.
La D tiene una presencia muy similar a la de la T, especialmente por las terminaciones del imperativo (-AD, -ED, -ID) y el participio (-ADA, -ADO, -IDA, -IDO). Sin éstas, su presencia en el idioma sería algo inferior. Es por eso que la recomendamos especialmente en restos de atril que contengan I, O y/o una o varias aes. De no ser así, puede incluso llegar a convertirse en una letra incómoda.
La L, letra poco querida por muchos de nosotros, tiene una mayor presencia idiomática que otras como M, B, o P, duplica la presencia de la G, cuadruplica la de muchas otras e incluso tiene una mayor presencia que la de las siete últimas consonantes juntas. Pensemos que, además, ayuda en la limpieza de atriles con exceso de consonantes, gracias a las combinaciones -BL-, -LB-, -CL-, -LC-, -LD-, -FL-, -LF-, -LG-, -GL-, -LH-, -LJ-, -LM-, -LN-, -LP-, -PL-, -LS-, -LT-, -LV-, -LZ-. Vistas todas sus posibilidades, ¿aún sigues pensando que la L es una mala letra?
A escasa distancia de la L tenemos el grupo formado por M, B y P, con la primera de ellas destacada sobre las otras dos. La B, además, es muy útil para buscar la terminación -ABA, así que, si disponemos de dos o más aes en el atril, puede llegar a ser una letra realmente importante. M, B y P combinan muy bien entre sí (-MB-, -MP-) así como con otras, especialmente con L y R (-LM-, -RM-; -BL-, -LB-, -BR-, -RB-; -LP-, -PL-, -RP-, -PR-). Suele ser esta capacidad asociativa, limitada pero profusa, la que les concede una versatilidad y frecuencia idiomática que las sitúa en el límite de lo que podemos considerar las "buenas consonantes". De esta forma, podríamos decir que, respetando el orden de presencia idiomática, las mencionadas hasta ahora serían las consonantes que mayor número de scrabbles nos concederían.
No obstante, debemos tener especial cuidado a la hora de seleccionar para nuestros restos de atril letras del grupo T, C, D, L, M, B, P, todas ellas versátiles, pero que tomadas de tres en tres pueden llegar a suponer un verdadero problema en el atril. Es por esto que nuestra recomendación es intentar no quedarnos con dos de estas letras en un mismo resto de atril, pues una tercera de este grupo limitará muchísimo nuestras opciones de conseguir scrabble.
Con un 22% de frecuencia respecto a la S aparece la G (no es tan temible como muchos pensábamos). Con entre un 10% y un 13% tenemos, por orden de importancia, a CH, F, V, J, Z y RR. Con entre un 5% y un 8% aparecen LL, H y Ñ. Y, con entre un 2% y un 4% cierran la lista Q, Y y X. Respecto a estos últimos grupos, cabe considerar que CH, J, Z, LL, H, Ñ y X son especialmente útiles pues, en el caso de no conseguir formar parte de un scrabble, siempre podrán concedernos con facilidad una alta puntuación con palabras cortas jugadas en paralelo. En menor medida, F, V e Y cumplen el mismo objetivo, mientras que RR y Q se verían rezagadas en tanto que la primera necesita siempre de una vocal a cada lado y la segunda precisa de una U y de una I o una E (salvo contados ejemplos como QUASAR, NEQUAQUAM, QUORUM), y que jamás podrán ser jugadas en paralelo (salvo la RR en contadas ocasiones, en que se ubique con fortuna entre vocales ya jugadas sobre el tablero).
Ahora quizás ya sepamos algo más acerca de qué fichas quedarnos y cuáles desechar a la hora de intentar componer un buen resto de atril. La semana que viene acometeremos los dos siguientes pasos para acercarnos algo más al misterio del resto de atril ideal.
* * *
EN BUSCA DE LA FELICIDAD (3): EQUILIBRIO Y CERTIDUMBRE
Decíamos en capítulos anteriores de esta serie de entradas que, en la búsqueda del resto de atril ideal para tratar de conseguir scrabble, debíamos cuidar tres aspectos en el resto de atril: la presencia idiomática de las fichas que lo componen, el equilibrio entre vocales y consonantes y algo que podríamos llamar "principio de certidumbre". Vamos hoy con los dos últimos elementos de esta ecuación.
EQUILIBRIO ENTRE VOCALES Y CONSONANTES:
Por mucho que las fichas que nos quedemos puedan llegar a ser las más importantes en cuanto a presencia idiomática, debemos intentar que, al mismo tiempo, nuestros atriles sean equilibrados. Por ejemplo, restos de atril como los siguientes contienen algunas de las mejores fichas en el juego, pero son desequilibrados y, por lo tanto, con pocas garantías de éxito:
A-E
R-N-S
E-E-E-R-R-R
Los dos primeros apuntan a una alta probabilidad de que nuestro siguiente atril sea descompensado. Pensemos que, en el primero de ellos, sólo nos daría un atril equilibrado el robo de tres o cuatro consonantes, mientras que el robo de ninguna, una, dos o cinco consonantes (el 66% de las opciones posibles) arrojaría un atril descompensado. En el segundo caso, nuestras opciones de éxito son de un 40% si atendemos únicamente a un criterio matemático, aunque este porcentaje se reduce si tenemos en cuenta que en la bolsa hay en realidad menos vocales que consonantes. El tercer ejemplo, compensado en términos de equilibrio entre vocales y consonantes, es no obstante un atril con muy poco equilibrio, pues contiene letras repetidas que reducen el número de palabras de siete y ocho letras que podemos aspirar a formar.
Y, si deberíamos intentar quedarnos siempre las mejores fichas, ¿qué fichas añadir a las mejores para procurar restos de atril más equilibrados? Pues aquí cada uno debe marcar su propio límite. Atendiendo a esa presencia idiomática de la que hablábamos la semana pasada, podríamos recomendar añadir a las letras del primer ejemplo de resto de atril (A-E) una o dos de entre las siguientes, en este mismo orden: S, R, N, T, C, D, L, M, P o B. En el caso de que las consonantes disponibles en nuestro atril no sean tan versátiles como ninguna de éstas, podríamos optar por quedarnos alguna que podría darnos buenas jugadas en paralelo, tales como J, Z, LL, H, Ñ o X. En el caso de que no podamos aspirar a quedarnos con otras más versátiles, estas letras no sólo nos darán la capacidad de formar una jugada de alta puntuación en paralelo, sino que en muchas ocasiones estarán mejorando nuestro atril, que perderá un tanto en presencia idiomática, pero ganará mucho en equilibrio.
A la hora de aprender a buscar el equilibrio en el atril, resulta muy interesante recordar las consideraciones respecto a letras que pueden funcionar muy bien cuando se asocian. Por ejemplo, A-E-E-N-S no es en realidad un resto descompensado hacia las vocales, porque existe gran cantidad de verbos terminados en -EAR, que nos permiten la terminación -EASEN. De la misma forma, restos de atril como E-O-C-N-R o E-N-R-T son más equilibrados de lo que puede parecer, porque permiten las combinaciones consonánticas -CR-, -NC-, -NR-, -NT-, -RT- o -TR-, e incluso -NCR- o -NTR-.
PRINCIPIO DE CERTIDUMBRE
Los principios de certidumbre y de presencia idiomática parecerían ser contradictorios, pero realmente se comportan más bien como complementarios. Se sitúan a ambos lados de una cuerda imaginaria, tirando de ella en direcciones opuestas, y saber encontrar el justo equilibrio entre ambos contiene buena parte de la clave del éxito en la gestión del atril.
Hay un ejemplo muy sencillo que sirve para visualizar la influencia de ambos principios en nuestras decisiones en torno a los restos de atril. Pensemos en el mejor resto de seis fichas que podríamos quedarnos: ¿A-E-E-N-R-S, por ejemplo? Bien, pues con esta excelente combinación únicamente podemos optar a formar algo menos de 1000 palabras distintas de 7 u 8 letras. Es una cifra aceptable, pero, claro, no siempre podremos optar a este magnífico resto de atril y, con otros no tan bondadosos, esta cifra puede llegar a reducirse mucho. Si, por ejemplo, quitamos una E (quedándonos con A-E-N-R-S), estaremos optando a algo más de 3600 palabras de 7 u 8 letras, pero esto no significa que este resto de atril sea mejor que el anterior, sino simplemente que, a través de la sustracción de una letra, estamos ampliando el abanico de palabras a las que optamos, aunque, por contra, la probabilidad de que la ficha adicional que robemos tenga menos versatilidad que la E también se amplía. El abanico de posibilidades se va ampliando a medida que quitamos una y otra letra, hasta llegar a casi 83000 palabras distintas de siete y ocho letras posibles si nos deshacemos de nuestras siete fichas. ¿Significa esto que tendremos más opciones de conseguir scrabble si nos deshacemos de todas nuestras fichas que si nos quedamos con algunas de ellas? En absoluto.
Pero vayámonos ahora al extremo opuesto: tratar de mantener en el atril tantas fichas como sea posible (teóricamente seis, de forma óptima), siempre que se trate de un atril equilibrado, aunque no necesariamente versátil. Para visualizar el ejemplo, volveremos a ese excelente resto de A-E-E-N-R-S. Suponiendo que queden 93 fichas en la bolsa, cualquiera de ellas, a excepción de la Q, nos sirve para formar un scrabble de 7 letras (es decir, la única ficha que deberíamos haber devuelto a la bolsa en este supuesto es la Q). Cosa distinta es, claro está, que conozcamos o seamos capaces de dar con al menos uno de los scrabbles posibles con cualquier letra adicional, pero nuestra probabilidad de éxito en este ejemplo es de 92 sobre 93 (o de 93 sobre 93 en el caso de que hayamos devuelto la Q a la bolsa).
Pero, en tanto que no siempre podremos optar a un resto de atril tan bueno como éste, la cosa puede terminar no siendo tan sencilla como parece. Supongamos un resto de atril relativamente equilibrado y con letras versátiles, por ejemplo: A-E-E-O-S-X. Nuestro primer pensamiento puede ser: "si robo N, S o T podré tener OXEASEN, OXEASES u OXEASTE, y con una B tendré BOXEASE... Me desharé de la ficha que me sobra". El razonamiento parece muy bueno, porque, en realidad, optamos a 23 scrabbles distintos de 7 y 8 letras, y también nos servirá la R (EXORASE) y distintas combinaciones de dos letras para los 17 scrabbles de 8 letras posibles. Fijémonos en las probabilidades: con 93 fichas en la bolsa, la probabilidad de robar N, R, S, T o comodín es de 21 sobre 93 (aproximadamente un 23%). Pero pensemos también en que la probabilidad de no obtener scrabble es entonces de un 67%. Y, además, si esto lo hacemos no al inicio de la partida, sino con ella ya avanzada, nuestras posibilidades se reducirán muchísimo, pues la gran mayoría de buenas letras (como N, R, S, T o comodín) suelen jugarse en la primera mitad de la partida, quedando las menos versátiles en la bolsa, como producto de los distintos cambios efectuados. En cuanto a los posibles scrabbles de 8 letras, la probabilidad de conseguir alguno de los 17 posibles no es realmente muy elevada, pues la letra que robemos y aquélla con la que podamos cruzar sobre el tablero deben conformar alguna de las combinaciones necesarias de dos letras concretas para dar con uno de estos 17 scrabbles.
Resulta demasiado común en tableros de competición encontrar a jugadores de todas las tallas apostando, un turno tras otro, a la estrategia del "me quito una". El hecho de que en ocasiones funcione para conseguir scrabble en el turno siguiente no significa que siempre sea una buena estrategia. Deshacerse de una sola ficha buscando un puñado muy concreto de scrabbles posibles con una combinación de seis fichas como resto de atril implica, además de las limitaciones derivadas de la elección, que en nuestra jugada anterior (la de descarte de la ficha sobrante) habremos obtenido muy pocos puntos y probablemente sacrificado un buen puñado de jugadas que podrían garantizarnos puntuaciones mayores o mucho mayores. Apostar a esto un turno tras otro, si no se ha conseguido el scrabble tras uno o dos intentos, se convierte en una trampa mortal, pues, a poco que nuestro oponente consiga jugadas de 20 o 30 puntos, si no más, en unos pocos turnos habremos cavado nuestra fosa.
Los restos de atril versátiles y de pocas fichas y aquéllos con muchas fichas aunque no necesariamente con mucha versatilidad tiran en direcciones opuestas de una misma cuerda y se alían con otros "tiradores" como la puntuación inmediata y segura (el resto de atril corto y versátil), o la promesa probable pero nunca segura de un scrabble en el turno siguiente (el resto de atril largo y probablemente menos versátil).
¿A qué equipo debemos aliarnos en cada caso? En tanto que jamás sabremos qué nos deparará la bolsa en la siguiente extracción, no podemos ofrecer una respuesta clara. Es por eso que la gestión de atril se convierte en un arte con mucho de intuición y de cálculo.
* * *
EN BUSCA DE LA FELICIDAD (4): JUGADAS Y RESTOS DE ATRIL
¿Qué restos de atril preferiríais, de entre los siguientes, para tratar de conseguir scrabble?
A-A-O-C-D
A-A-C-T
A-A-E-C-T
atril vacío
H-L-V
G-L-T-V
D-G-L-Ñ-V
D-L-V
Si vuestra respuesta es "cualquiera de los tres primeros" o "ninguno de los cuatro últimos", significa que ya sabéis bastante acerca del juego. Pero la realidad es que, en muchas ocasiones, el juego estará condicionado principalmente por las jugadas que seamos capaces de conseguir, viéndose relegada la gestión del atril a un plano secundario. Es una de las ideas a las que nos referíamos en la anterior entrada de esta serie: si condicionamos excesivamente nuestro juego al mantenimiento del atril ideal, estaremos pasando por alto jugadas cuyas puntuaciones nos permitirían llegar tanto o más lejos que la consecución del scrabble.
Los tres primeros ejemplos corresponden a la siguiente secuencia de jugadas, obtenidas en una partida real (jugada, puntuación y resto de atril):
ASA - 9 pt - A-A-O-C-D
DUDO - 11 pt - A-A-C-T
DOM - 6 pt - A-A-E-C-T
CANTALEA - 63 pt
Es decir, restos de atril teóricamente óptimos nos han llevado a una secuencia de jugadas en la que nos costó tres turnos conseguir un scrabble y nuestra puntuación media fue de unos 22 puntos. En este caso la elección puede estar justificada, puesto que el valor de las fichas en juego era muy bajo y probablemente no permitían obtener jugadas de alta puntuación, pero, aun así, esa secuencia de tres jugadas consecutivas con la que hemos sumado sólo 26 puntos podría haber supuesto una trampa en el camino de nuestra partida.
En la misma partida, cuatro turnos después, nos encontramos con la siguiente secuencia de jugadas:
JOCHES - 56 pt - H-L-V
HERRO - 28 pt - G-L-T-V
TULLO - 22 pt - D-G-L-Ñ-V
GUIÑE - 63 pt - D-L-V
VELADAS - 79 pt
O, lo que es lo mismo, con restos de atril aparentemente catastróficos hemos conseguido sumar 248 puntos en cinco turnos, una media de casi 50 puntos por turno.
¿Debemos buscar siempre quedarnos con el mejor resto de atril posible, o debe primar siempre la puntuación posible en nuestra siguiente jugada? En este caso hemos buscado ejemplos extremos, lo que significa que, en ocasiones, la línea que separa el acierto del error puede ser muy fina y hay que invertir mucha experiencia e intuición en la decisión, si bien, ante la duda, recomendamos asegurar la puntuación inmediata.
El ejemplo del atril vacío ilustra muy bien el hecho de que la gestión de atril no es siempre necesaria para conseguir el scrabble, como podemos ver en este inicio de partida:
DESLAMAN - 62 pt - atril vacío
FOSADURA - 66 pt - atril vacío
CHaDICOS - 93 pt - atril vacío
ENROLLASE - 80 pt
301 puntos en cuatro turnos (75 por turno) tras cuatro scrabbles consecutivos, sin absolutamente ninguna gestión de atril. A menudo al juego le gusta crear estas paradojas. Es por ello que quizás tengamos que aprender a revisar nuestros conceptos acerca del papel que la gestión de atril desempeña en el mismo.
* * *
EN BUSCA DE LA FELICIDAD (5): EJERCICIO Y CONCLUSIONES
Sea como sea, los valientes que se han lanzado a ello han sido:
Horacio Ramón Moavro desde Buenos Aires, Argentina
Mariví Gil desde Bogotá, Colombia
Mercedes Mula y Pablo Pérez desde Murcia, España
Teresa Soler desde Málaga, España
Parar Gran Taxi Vacío desde El Twist del Escabel
Los análisis del ejercicio han consistido en una serie de pruebas informáticas teniendo en cuenta cada resto de atril, el tablero en posición inicial, la bolsa llena y las hipotéticas jugadas de inicio de nuestro oponente. No era el escenario que planteábamos en el ejercicio (buscar el mejor resto de atril posible para tratar de conseguir scrabble), pero sí resulta una buena forma de medir a través de un programa el acierto de nuestras decisiones. Algunos de estos resultados pueden no concordar con lo que nuestra intuición nos dice acerca de la gestión de atril, pero garantizamos que éstos son altamente fiables, por lo que tal vez nos convenga revisar algunas de nuestras ideas. En ocasiones, los resultados pueden ser mejores o peores porque nos hayamos quedado con pocas o demasiadas letras; en otras, lo serán por haber guardado poco o mucho equilibrio, o por prestar demasiada atención a éste; y, en otras, por habernos quedado con letras poco o muy versátiles, o por haber prestado poca o mucha atención al resto de parámetros en busca de la versatilidad. Es por eso que decimos que encontrar el equilibrio justo es todo un arte, y por lo que presentamos ahora los resultados sin entrar en valoraciones, dejando la extracción de conclusiones en manos de cada uno.
1. E-A-C-D-F-RR-S
Mejor resto propuesto: A-E-C-D-S (Horacio y Mercedes)
Peor resto propuesto: A-E-D
2. E-O-O-C-P-S-X
Mejor resto propuesto: E-O-C-S (Horacio, Mercedes, Teresa y Parar)
Peor resto propuesto: E-O-C-P-X
3. A-A-E-O-F-Y-Z
Mejor resto propuesto: A-A-Z (Parar)
Peor resto propuesto: A-A
4. A-E-E-O-U-S-Z
Mejor resto propuesto: A-E-S-Z (Horacio y Teresa)
Peor resto propuesto: A-E-S
5. A-I-CH-M-N-R-P
Mejor resto propuesto: A-I-CH-N-P-R (Mariví)
Peor resto propuesto: A-I-N-R
6. I-U-U-B-M-P-Q
Mejor resto propuesto: I-M (Parar)
Peor resto propuesto: cambiar todas
7. A-A-E-O-H-J-L
Mejor resto propuesto: A-A-E-J-L (Horacio y Parar)
Peor resto propuesto: A-E
8. A-A-O-U-U-R-R
Mejor resto propuesto: A-A-R (Horacio, Mercedes y Parar)
Peor resto propuesto: A-A-O-U-R-R
9. I-U-C-N-S-S-Z
Mejor resto propuesto: I-U-C-N-S (Horacio)
Peor resto propuesto: I-U-C-S-Z
10. A-E-O-F-N-N-Z
Mejor resto propuesto: A-E-O-N-Z (Horacio y Mariví)
Peor resto propuesto: A-E-N
11. A-A-E-O-G-L-Q
Mejor resto propuesto: A-E-L (Teresa y Parar)
Peor resto propuesto: A-A-E-O-G-L
12. A-I-O-O-O-L-R
Mejor resto propuesto: A-I-O-L-R (Horacio y Mariví)
Peor resto propuesto: A-O-R
13. A-I-C-D-F-P-T
Mejor resto propuesto: A-I-C-D (Horacio, Mercedes y Parar)
Peor resto propuesto: I-A-D
14. E-I-I-C-N-RR-T
Mejor resto propuesto: E-I-C-N (Horacio y Mercedes)
Peor resto propuesto: E-N
15. E-E-O-U-Ñ-R-R
Mejor resto propuesto: E-R (Pablo)
Peor resto propuesto: E-E-O-Ñ-R-R
16. A-E-E-O-O-D-N
Mejor resto propuesto: A-E-O-D-N (Horacio y Parar)
Peor resto propuesto: A-E-E-O-D-N
17. E-I-C-N-R-S-X
Mejor resto propuesto: E-I-C-N-R-S (Mariví)
Peor resto propuesto: I-E-N-S
18. A-O-U-B-M-P-S
Mejor resto propuesto: A-O-M-S (Horacio y Parar)
Peor resto propuesto: A-U-M-P-S
19. A-E-U-U-C-T-Y
Mejor resto propuesto: A-E-C-T (Horacio y Parar)
Peor resto propuesto: A-E-C-T-Y
20. A-E-E-I-I-L-N
Mejor resto propuesto: A-E-I-L-N (Teresa)
Peor resto propuesto: A-E-E-I-L-N
jueves, 28 de junio de 2012
Antología twistera (6): Cosas que nunca te dije
Todas las palabras en negrita son, a día de hoy (marzo de 2012) inexistentes en el DRAE y, por tanto, inválidas para el juego del Scrabble, así como muchas otras de uso igualmente común.
Advertencia: las palabras contenidas en este texto pueden herir el léxico del escrablista.
Ningún animal ha sido maltratado en esta composición.
Por miles de años había jugado al go,
juego que me llenó por estratégico,
pero algo en él, se ve, no me colmó:
iba manco de léxico.
Por eso es que al Scrabble me pasé
(era también numérico):
eso de anagramar, qué quiere usted,
me parecía épico.
Pasé de usar el anagramador
(no lo veía ético)
para sacar del juego lo mejor
(el álgebra de lo poético).
Miles de nónuples o nónuplos cacé
en mil conflictos bélicos,
como escrablista pleno de brío y fe,
enérgico, frenético.
Pero algo había que no me llenaba
(faltaba sexo tántrico),
no se yo qué sería, me asfixiaba
en un vértigo asmático.
Hallé por fin respuesta a mi dolencia
(aquí seré sintético):
mi amado juego, ved qué inconsistencia,
hacía oídos sordos a un montón de léxico.
Así, pensé en saltar de disciplina
(quizá algo más atlético),
pero me vi en orsay y sin medicina
(escéptico, colérico).
Le pregunté a una chica, que era arquera
en un equipo ibérico,
cómo podía vivir en la miseria
de no tener siquiera un nombre auténtico.
Me explicó que logró curar su mal
con la fisioterapia de un soviético
que, venga a masajear y masajear,
logró quitarle aquel pesar endémico.
Probé también el arte de encestar
(ya veis si soy intrépido),
pero pronto entendí, al rebotear,
que así no hallaría el éxito.
¡Qué yuyu! ¡Era flipante! ¡Vaya truño!
¡No podía dar crédito!
Desnudo me sentía (o en gayumbos)
en un desierto gélido.
¡Que chuminoso soy!, diréis algunos
(como un julai panléxico),
presto a chafardear, como un marujo,
en las miserias de este baúl babélico.
Yo correría a gorrazos al fallón
que dejó tanto hueco enciclopédico,
debía estar el pillín de subidón
(eso, o agarró un cagarro hipoglucémico)
Vagué por arroyuelos y placetas,
quizás deseando haber sido disléxico
(y no plantearme así si piruleta
era un dulce, o un amargo error misérrimo).
Busqué consuelo en puticlubs oscuros,
en barrios de corralas esperpénticos,
y todos fueron para mi alma zulo,
vil presidio alfabético.
Decidí darme entonces a las birras,
pero no conseguí el efecto amnésico.
Chupachups, gominolas, ¡vaya birria!,
tampoco me sirvieron de analgésico.
Pero héte aquí que estaba ahora enganchado
a una ruin tupitaina con estrépito.
Llegué a comer brócolis caducados,
creo que hasta hálibuts descompuestos, fétidos.
Llené carritos de la compra enteros
de rúcula especiada, hasta de séquitos
de huevos que no habrían de ser polluelos,
pues en mi panza acabarían, angélicos.
Llené mi frigo, me hice gran paellero,
entre caldos hirvientes me hice técnico
en pochar, emplatar, lonchear y creo
que hasta en uperizar me hice modélico.
Nada en esta embriaguez alimentaria
me consiguió evadir del que era auténtico
germen de esas penurias y desgracias
lexicales a las que era alérgico.
Buscaron en mi córtex cerebral
la raíz de mi problema (¿sería médico?).
Nada. Tampoco el mal era hormonal
(mis feromonas, bien)... ¿Problema pélvico?
Busqué en el internet sin resultados
(dicho mejor, con resultado pésimo):
sólo hallé tutoriales encriptados
y un chat de rollo lésbico.
Me llamó la atención, eso sí, el logo
de un garito de chismes esotéricos.
No compré (no creáis que soy tan bobo),
pero me ploteé aquel logo étnico.
Con mis fuerzas así ya fallecidas,
con mi ánimo famélico, decrépito,
con mi fe ya encallada y abducida
por la idea de un fin tétrico,
surgidos de la nada, revivieron
mi alma unos pensamientos energéticos:
¿por qué demonizar a los que hicieron
del lexicón un ente cojo, anémico?
¿Adónde reubicar tantas lagunas?
¿A qué buscar un léxico modélico?
¿Cómo recolocarlas, de una en una,
tantas cosas no dichas? ¿Dónde el mérito?
Entonces mi pesar se hizo pequeño,
poco a poco se fue mi miedo escénico.
Lo celebré fumando un caliqueño
olvidando que eso, hoy, ya no es estético.
Parar Gran Taxi Vacío
Agradecimientos: a mis compañeros de la AJS
jueves, 21 de junio de 2012
Antología twistera (5): El amigo tramposo
Todos nos hemos topado con alguno al menos una vez. En la vida, son aquéllos que ofrecen menos y esperan más. Son otras cualidades de su personalidad (o tal vez una afinidad especial en otros aspectos de nuestra relación, o quizá una suerte de autoexigencia en algún momento de nuestra historia común), las que nos mueven a mantenerlos bajo esa etiqueta tan cara y no siempre bien ganada de “amigos”. Esta aceptación pasará siempre por el convencimiento de que nunca recibiremos tanto como dimos. Pero no importa: eso es “aceptar”.
En el juego, en este maravilloso y terrible juego nuestro en que influye el azar, en este maravilloso y terrible juego nuestro en que la competencia y la amistad se distribuyen, al menos hoy en día, a partes iguales, el azar o la amistad, monedas de dos caras enfrentadas, pueden convertirse en ángeles o demonios. El azar nos llevará a victorias y derrotas imprevisibles si sólo atendiéramos a otros méritos. La amistad nos llevará a tener que aprender a perder y a ganar (algo siempre tan difícil en la competición y en la vida) con un grado de exigencia en ese aprendizaje mucho mayor que si compitiéramos en disciplinas con menor grado de sociabilidad. Aceptar el azar y la amistad es un aprendizaje mucho más complicado que cualquiera de los que se plantean sobre el tablero.
Uno no llega a saber nunca si pondría la mano en el fuego por sí mismo; es condición humana. ¿Qué no sería capaz de hacer en una situación competitiva en que una pequeña ayuda me llevara más lejos, me hiciera más grande, me ofreciera más éxito? Muchos no lo sabemos aún, pero tal vez un día, casi sin quererlo (condición humana), encontraríamos la respuesta a esta pregunta escondida detrás de una pequeña tentación. Tal vez ninguno de nosotros estemos libres de la tentación.
La tentación es un error. Error humano, condición humana. Pero cuando haces trampas, puedo verte. Y si he podido verte yo, y ayer aquél, y mañana el otro, significa que has hecho de la tentación excusa y de la trampa un modo de vida. Pareces haber llegado más lejos, se te ve más grande, has hecho amistad con el éxito. Pero jamás sabrás quiénes o cuántos de todos ésos que, a pesar de todo, aceptan considerarse tus amigos, conocen tu secreto. Estás más cerca de lo que crees (a sólo un tablero de distancia, allí donde la vista y la discreción de tu oponente son capaces de tocarte), eres más pequeño de lo que sabes y tu éxito vive sólo en un frío estante. Pactaste contigo mismo mantener un secreto, un secreto en beneficio del resultado, de tu resultado. Hoy tu secreto ha dejado de serlo y, peor aún, es para ti secreto cuántos lo descubrieron.
Ayer te volví a ver escrutando la bolsa furtivamente. Amigo mío, cuando quieras, cuando tú decidas, seremos más amigos aún. Dependerás mucho más del maldito azar que nos depara el juego. Ya no serás tan grande. Será difícil acostumbrarse a eso. Acabaremos el juego, nos felicitaremos como siempre y todo será igual, o parecerá igual que siempre. Pero habrá algo, especialmente algo que habrá cambiado. Murmullos, rumores, dejarán de perseguirte como sombra que, por más que te volvías, jamás conseguiste ver. Volverás a saber de nuevo que no te engañas. Y AMISTAD será, de nuevo, mucho más que una palabra de siete letras con bonificación de 50 puntos.
¡Suerte, amigo!
jueves, 14 de junio de 2012
Antología twistera (4): Fantástico Scrabble (3)
En el problema planteado hoy, perdemos 357-388, nuestro atril es el de la imagen y nuestro oponente tiene LOTERAS en su atril. No hay fichas en la bolsa y disponemos del turno de juego. ¿Seremos capaces de ganar la partida?
Aquí la solución:
Con este marcador y analizando el atril de nuestro oponente, no es difícil darse cuenta que, si no lo evitamos, él podrá formar en el turno siguiente TROQUELASE en 1A (por 176 puntos), o LOTEARAS en J1 (por 62 puntos), por lo que, si no encontramos una forma de evitar ambas jugadas, perderemos la partida. La forma más efectiva y rentable de conseguirlo sería formar JUQUEEIS en 1B (57 puntos), pero nuestro oponente podrá formar, por ejemplo, SERA en 12O (54 puntos) y, entonces, cualquiera de nuestras posibles jugadas en el turno siguiente nos llevaría a perder la partida, al menos por un punto.
En una situación de partida real probablemente pensaríamos (por más tiempo del que dispusiéramos en el reloj para planificar nuestra jugada) que no hay solución, pero, como se trata de un problema, en el que sabemos que existe al menos una solución posible, caeremos en la cuenta de que ésta no pasa entonces por evitar los posibles scrabbles de nuestro oponente, sino de cerrar la partida en un turno. Es decir, debemos conseguir formar scrabble.
jueves, 7 de junio de 2012
Antología twistera (3): ¿En qué queremos convertir a nuestro querido juego?
Siempre he dicho que somos meros aficionados de esto. Al campeón del mundo de nuestros días le da el premio para costearse el pasaje, la estadía y los disgustos que la bolsa le haya podido dar a lo largo de su vida. Y gracias. Otras generaciones quizás puedan llegar a permitirse tener a unos pocos elegidos viviendo de esto, tal vez lleguen a ver a unas pocas decenas de miles de niños practicando como parte del programa escolar. Tal vez algunos milagros más puedan llegar, pero, como mucho, a lo más que podremos aspirar en esta generación es a soñar con algo así y con la reencarnación.
Eso si no nos lo cargamos antes. Y de verdad que, si hubiera suculentas bolsas en juego, lo podría llegar a entender, pero en estos niveles en que nos movemos me llena de tristeza ver cómo cada día mi amado juego se ensombrece un poco más. Es innegable que la camaradería sigue siendo muy buena y cada vez más amplia y con menos fronteras. Pero me temo que es precisamente ese ambiente de buen rollo y colegueo el que nos impide ver que hay fruta que se pudre en este cesto. Porque, cada vez que pasamos mirando hacia otro lado ante ciertas actitudes que no nos gustan, no pasaría nada si éstas quedaran en anecdóticos casos aislados, pero, desfortunadamente, o me vuelvo muy pesimista con la edad, o este retoño pronto necesitará una poda.
Miradas furtivas a la bolsa con precisa extracción de comodines; maltratos al reloj o a las fichas porque probablemente ellos y no nosotros hayan de ser culpables de nuestra suerte; cus devueltas al saco en un despiste de nuestro oponente; artimañas varias para su confusión en el recuento de fichas, de puntos, de tiempo; ganadores de todo encantados de haberse conocido en cuyos comentarios su oponente siempre acaba siendo el pobre necio... Juguemos a Scrabble, entre amigos, nos divertiremos... Pero a la que pueda te piso.
¿Sinceramente es éste el juego que queremos? ¿Estamos sembrando para el futuro del juego o para alimentar nuestros egos miserables, sea cual sea el precio de la gloria? Quiero ganar la partida tanto como tú, más si es posible. Pero sólo porque acepto la sana y tácita competencia, en la que uno debe ganar y otro perder, porque ganar me hace mejor que yo mismo, me permite superarme, disfrutar más, ver más allá, anticiparme, desarrollarme, crecer. Pero si, aun en el fondo oscuro de mi soledad, en el más recóndito de mis rincones, en el que nadie puede leer mi pensamiento, me siento hacerme un poco más chiquito por dentro, mi ego y mi elo sólo se alimentan de la enorme mentira que habita en mí y el crecimiento es sólo un espejismo en un desierto que nadie transitará.
Si cada historia, cada relación humana, cada civilización o la humanidad misma son capaces de irse a la mierda en un soplido, en una ínfima parte de lo que costara levantar todo lo bello y lo valioso, ¿aún no estamos seguros de ser capaces de hacer lo mismo con nuestro querido juego?
¿Son banales entonces estas palabras? ¿No servirá de nada entonces un pequeño cambio en cada uno de nosotros?
El juego nos enseña a combatir los caprichosos designios de la bolsa. La vida, mucho más valiosa y productiva, es capaz de enseñarnos mucho más.
jueves, 31 de mayo de 2012
Antología twistera (2): Scrabble panvocálico, Scrabble consonántico
Este domingo jugamos un emocionante torneo de Scrabble duplicado en Lloret de Mar. Dos primeras partidas muy bonitas y de alta puntuación y una tercera muy exigente, de puntuaciones cortas y encaje de bolillo. Como nuestro amigo Antonio Álvarez "el granaíno" se quedaba por allí, aprovechamos para jugar algunas partidas más en casa de su primo Blai Figueras. Montse jugó con Blai y Antonio y yo experimentamos con dos nuevas modalidades que nos parecieron muy divertidas y apropiadas para probarlas en partidas amistosas. La primera de ellas se demostró mucho más lúdica y relajada y la segunda mucho más táctica y exigente, pero igualmente fascinante.
Quizás un jugador de perfil medio pueda sentir que estas modalidades no están hechas para él, porque, con un vocabulario medio, tendrá muchas menos opciones de ganar una partida que un jugador con un vocabulario superior. Es posible, pero las modalidades plantean una gran ventaja sobre el juego tradicional: la probabilidad de que una partida salga muy descompensada es mínima. En torneos no nos queda otra que jugar las partidas hasta el final, aunque el resultado sea de 250-650 y no sepamos si usar el atril para jugar o tomarnos la justicia por nuestra mano, pero, en casa, jugando de modo amistoso, ¿qué necesidad tenemos de soportar estos caprichos del juego?
Os aseguro que si las probáis os engancharán.
SCRABBLE PANVOCÁLICO
Cada jugador inicia el juego con 6 "fichas joker" sobre la mesa: A, E, I, O, U y comodín.
En cualquier momento de la partida, un jugador puede sustituir una o varias fichas de su atril por una o varias de sus "fichas joker", sin perder el turno. Se sustituyen las fichas, se devuelven las descartadas a la bolsa y se realiza la jugada.
En nuestra partida (558-480), Antonio Álvarez formó 5 scrabbles (ITERANDO, REVALIDO, CASQUILLO, MASTICAD y APERRABA), cerró la partida en 10 turnos, con una puntuación media de 56p./t., no efectuó turnos de cambio y el 70% de sus puntuaciones fueron superiores a 32 puntos. Parar Gran Taxi Vacío formó 4 scrabbles (ENHENÁIS, ENSOBEES, DISTRAED y ZURUPETO), jugó 9 turnos, con una puntuación media de 53p./t., no efectuó turnos de cambio y el 78% de sus puntuaciones fueron superiores a 37 puntos.
El tablero final quedó así:
SCRABBLE CONSONÁNTICO
Esta modalidad se demostró mucho más táctica y nos costó más acotar cuáles eran los movimientos que podíamos o no hacer en un turno, por lo que tal vez haya que desarrollar algo más las reglas. La disfrutamos muchísimo y quedamos convencidos de que aún se le podía sacar mucho más jugo.
Cada jugador inicia el juego con 23 "fichas joker" sobre la mesa: 6 A, 6 E, 3 I, 4 O, 2 U, un comodín y una O o una U que se han sorteado previamente.
Ambos jugadores roban 3 consonantes de la bolsa. El jugador que inicia el juego decide si quiere robar o no una cuarta consonante. Luego decide cuáles de sus "fichas joker" selecciona para completar las 7 fichas de su atril, forma su jugada sobre el tablero y vuelve a robar consonantes. Si utilizó sus 7 fichas, tomará de nuevo 3 consonantes de la bolsa; si no las usó todas, robará tantas consonantes como utilizó y pasará el turno a su oponente. Éste decide entonces si añade o no una consonante adicional a su atril, roba sus "fichas joker"...
En nuestra partida (580-514), Parar Gran Taxi Vacío formó 4 scrabbles (CHIGÜIRE, ESPEDACE, PRORRATEO y CUATERNA), cerró la partida en 11 turnos, con una puntuación media de 53p./t., no efectuó turnos de cambio y el 64% de sus puntuaciones fueron superiores a 31 puntos. Antonio Álvarez formó 4 scrabbles (ENACIYAR, AHOGABAN, NORMASE y DISUELTO), jugó 10 turnos, con una puntuación media de 51p./t., no efectuó turnos de cambio y el 60% de sus puntuaciones fueron superiores a 31 puntos.
El tablero final quedó así:
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