jueves, 28 de junio de 2012

Antología twistera (6): Cosas que nunca te dije

Todas las palabras en negrita son, a día de hoy (marzo de 2012) inexistentes en el DRAE y, por tanto, inválidas para el juego del Scrabble, así como muchas otras de uso igualmente común.

Advertencia: las palabras contenidas en este texto pueden herir el léxico del escrablista.

Ningún animal ha sido maltratado en esta composición.


Por miles de años había jugado al go,
juego que me llenó por estratégico,
pero algo en él, se ve, no me colmó:
iba manco de léxico.

Por eso es que al Scrabble me pasé
(era también numérico):
eso de anagramar, qué quiere usted,
me parecía épico.

Pasé de usar el anagramador
(no lo veía ético)
para sacar del juego lo mejor
(el álgebra de lo poético).

Miles de nónuples o nónuplos cacé
en mil conflictos bélicos,
como escrablista pleno de brío y fe,
enérgico, frenético.

Pero algo había que no me llenaba
(faltaba sexo tántrico),
no se yo qué sería, me asfixiaba
en un vértigo asmático.

Hallé por fin respuesta a mi dolencia
(aquí seré sintético):
mi amado juego, ved qué inconsistencia,
hacía oídos sordos a un montón de léxico.

Así, pensé en saltar de disciplina
(quizá algo más atlético),
pero me vi en orsay y sin medicina
(escéptico, colérico).

Le pregunté a una chica, que era arquera
en un equipo ibérico,
cómo podía vivir en la miseria
de no tener siquiera un nombre auténtico.

Me explicó que logró curar su mal
con la fisioterapia de un soviético
que, venga a masajear y masajear,
logró quitarle aquel pesar endémico.

Probé también el arte de encestar
(ya veis si soy intrépido),
pero pronto entendí, al rebotear,
que así no hallaría el éxito.

¡Qué yuyu! ¡Era flipante! ¡Vaya truño!
¡No podía dar crédito!
Desnudo me sentía (o en gayumbos)
en un desierto gélido.

¡Que chuminoso soy!, diréis algunos
(como un julai panléxico),
presto a chafardear, como un marujo,
en las miserias de este baúl babélico.

Yo correría a gorrazos al fallón
que dejó tanto hueco enciclopédico,
debía estar el pillín de subidón
(eso, o agarró un cagarro hipoglucémico)

Vagué por arroyuelos y placetas,
quizás deseando haber sido disléxico
(y no plantearme así si piruleta
era un dulce, o un amargo error misérrimo).

Busqué consuelo en puticlubs oscuros,
en barrios de corralas esperpénticos,
y todos fueron para mi alma zulo,
vil presidio alfabético.

Decidí darme entonces a las birras,
pero no conseguí el efecto amnésico.
Chupachups, gominolas, ¡vaya birria!,
tampoco me sirvieron de analgésico.

Pero héte aquí que estaba ahora enganchado
a una ruin tupitaina con estrépito.
Llegué a comer brócolis caducados,
creo que hasta hálibuts descompuestos, fétidos.

Llené carritos de la compra enteros
de rúcula especiada, hasta de séquitos
de huevos que no habrían de ser polluelos,
pues en mi panza acabarían, angélicos.

Llené mi frigo, me hice gran paellero,
entre caldos hirvientes me hice técnico
en pochar, emplatar, lonchear y creo
que hasta en uperizar me hice modélico.

Nada en esta embriaguez alimentaria
me consiguió evadir del que era auténtico
germen de esas penurias y desgracias
lexicales a las que era alérgico.

Buscaron en mi córtex cerebral
la raíz de mi problema (¿sería médico?).
Nada. Tampoco el mal era hormonal
(mis feromonas, bien)... ¿Problema pélvico?

Busqué en el internet sin resultados
(dicho mejor, con resultado pésimo):
sólo hallé tutoriales encriptados
y un chat de rollo lésbico.

Me llamó la atención, eso sí, el logo
de un garito de chismes esotéricos.
No compré (no creáis que soy tan bobo),
pero me ploteé aquel logo étnico.

Con mis fuerzas así ya fallecidas,
con mi ánimo famélico, decrépito,
con mi fe ya encallada y abducida
por la idea de un fin tétrico,

surgidos de la nada, revivieron
mi alma unos pensamientos energéticos:
¿por qué demonizar a los que hicieron
del lexicón un ente cojo, anémico?

¿Adónde reubicar tantas lagunas?
¿A qué buscar un léxico modélico?
¿Cómo recolocarlas, de una en una,
tantas cosas no dichas? ¿Dónde el mérito?

Entonces mi pesar se hizo pequeño,
poco a poco se fue mi miedo escénico.
Lo celebré fumando un caliqueño
olvidando que eso, hoy, ya no es estético.

Parar Gran Taxi Vacío

Agradecimientos: a mis compañeros de la AJS

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