El de 2009 fue el año más exitoso de mi carrera escrablística y eso, en términos de digestión de resultados, lo convirtió en un año más terrible aún que el de mis excelentes inicios. Había tenido la fortuna de imponerme en seis torneos locales y de haberme proclamado subcampeón andino duplicado, campeón andino clásico y campeón de España, de Europa y del mundo duplicado. Había pasado de ser un buen jugador de duplicada a convertirme en un especialista en la modalidad. La nube desde la que podía darme el golpe del siglo estaba altísima.
Había conseguido mis resultados en duplicada a base de entrenar jugando una duplicada tras otra, cientos de partidas durante varios meses, hasta sumar tanta experiencia que casi podría jugarlas con los ojos cerrados. La duplicada, para lo bueno y para lo malo, es una modalidad en la que no dependes del azar de la bolsa y sí de tus propias habilidades. Aunque, en un universo duplicado como el del Scrabble en español, en el que aún estamos muy lejos de conocer todo el diccionario y de acercarnos a la partida perfecta, ni siquiera dando lo mejor de nosotros mismos podemos asegurar el éxito, ya que tus principales oponentes pueden tener un mejor día que tú, o puede salir justo esa palabra que tú no conoces pero sí tu oponente, de la misma forma que puede ocurrir al contrario. Da igual si conoces 10.000 palabras más que tu oponente; si sale justo la que él conoce y tú no, la ventaja es para él. En cierto modo, esta circunstancia no deja de ser una forma de azar.
La cuestión era que, en definitiva, si continuaba preparándome en duplicada como hasta entonces, podría minimizar el peso del azar en mis partidas clásicas y continuar aspirando a todo en duplicada. Repetir el triplete del año anterior (nacional, europeo y mundial) era una gesta altamente improbable, pero quería prepararme para intentar repetir cetro mundial. La confianza es una cuestión clave en los grandes retos, así que mi convicción de que lo conseguiría era plena. Pero la línea que separa la confianza de la soberbia suele ser muy fina y es difícil aprender que no es lo mismo estar convencido que creérselo.
Sea como sea, llegué al nacional con plena confianza y, aunque no pude hacerme con el título duplicado, la cuarta posición obtenida, aun con un porcentaje bastante discreto, podía considerarse un resultado satisfactorio. En clásico, el destino quiso que de nuevo me encontrara con atriles cómodos en un buen número de mis partidas y, aunque la fortuna no me acompañó tanto como en el Máster 2007 o en el Nacional Clásico 2008, la experiencia adquirida en grandes competiciones en los últimos años me había servido para llegar a las últimas rondas con opciones y para jugar éstas con la confianza, la fortuna y la tranquilidad necesarias para hacerme con el título de nuevo.
Pero el verdadero aprendizaje de esta temporada no lo obtuve en el Nacional. En él, si acaso, aprendí que nuestra experiencia nos permite afrontar situaciones complicadas cada vez con mayor confianza y tranquilidad y eso, acabe o no traduciéndose en un buen resultado, ya es un gran logro. Pero el aprendizaje de verdad, ése que te transforma y te convierte en una nueva y mejorada versión de ti mismo, aún tardaría unos meses en llegar. Así que será en la siguiente entrada.
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