jueves, 12 de abril de 2012

En busca de la felicidad (2): la frecuencia de aparición en el idioma

Hace unos días planteábamos el problema que aparece en esta entrada. La participación no ha sido muy elevada y mucho nos tememos que este hecho es fruto de que algunos lectores del blog han podido tomárselo demasiado como un examen, en el que podían sentirse evaluados y comparados con otros. Lo cierto es que nos hubiera gustado haber obtenido una mayor participación, para poder extraer unos resultados estadísticos que nos permitieran analizar las distintas maneras de pensar y enfrentarse a los distintos atriles en aras de tratar de conseguir scrabble en el turno siguiente. De esta forma, ampliamos el plazo para vuestra participación, en tanto que esta entrada se dividirá en tres capítulos que se presentarán en esta y las próximas dos semanas.

Podéis enviar vuestras propuestas como comentario a ésta o a la entrada original. Vuestras respuestas no serán publicadas, para no condicionar así las propuestas de otros participantes.

En la búsqueda del resto de atril ideal para tratar de conseguir scrabble en el turno siguiente, son tres los factores principales a tener en cuenta y en el equilibrio entre ellos se encuentra la piedra filosofal de la gestión del atril: la frecuencia de aparición en el idioma, el equilibrio entre vocales y consonantes y el número de fichas que componen el resto de atril.

FRECUENCIA DE APARICIÓN EN EL IDIOMA: 

Todos sabemos que una A en el atril es mucho mejor que una Q, por pura intuición. Esto es porque sabemos que la A forma parte de un mayor número de palabras en español que la Q, aunque a veces podemos no saber si es mejor una O que una I, una R que una N, una Ñ que una X...

EQUILIBRIO ENTRE VOCALES Y CONSONANTES:

Por muy buenas letras que contenga, un resto de atril con A-E-N-E-A suele ser a menudo peor que un resto A-B-C-E. El segundo de ellos contiene B y C, letras mucho menos versátiles y con menor frecuencia de aparición que la N, pero, al menos, éste es un atril equilibrado y, por tanto, probablemente con mayor garantía de convertirse en scrabble en el turno siguiente.

CANTIDAD DE FICHAS DEL RESTO DE ATRIL:

Un resto de atril suele tener mayor garantía de éxito cuanto mayor número de letras contiene, ya que, siempre que cumpla las dos anteriores premisas (presencia idiomática y equilibrio) la incertidumbre resultante del acto de extraer fichas de la bolsa se reduce proporcionalmente al número de fichas por robar. 

Esta semana analizaremos el primero de los tres factores, la FRECUENCIA DE APARICIÓN EN EL IDIOMA.

En cuanto a las vocales, probablemente la gran mayoría de nosotros no tengamos demasiadas dudas: la A es mejor letra que la E, ésta es mejor que la I y la O y éstas dos son mejores que la U. Pero, por ejemplo, ¿qué letra es mejor, la I o la O? 

Si atendemos a lo que dice la fría estadística, la I participa sólo en un 93% de palabras de 7 y 8 letras (los scrabbles más típicos en el juego) respecto al 100% en que fijaríamos la participación de la O. Sin embargo, tengamos en cuenta que dos oes en el atril suelen ser un problema y tres oes son directamente un desastre. Con tres oes apenas contamos con los a menudo desconocidos e improbables ROMPOPO, SOMPOPO, ZOMPOPO y OLOPOPO, unos pocos verbos, algunos adjetivos acabados en -OSO y las típicas terminaciones en -ÓLOGO, que son muy dadas a escapársenos a la hora de buscar el scrabble. Sin embargo, en muchas ocasiones puede lidiarse con dos o incluso tres íes, especialmente si contamos adicionalmente con A y R, pues contamos con la valiosísima terminación -IRÍA (la cual, si le añadimos una S, podemos transformar en -IRÍAIS). 

¿Tiene sentido, verdad? Pues la estadística nos quita la razón, porque la I se queda entonces, en estos casos, en porcentajes de aparición respecto a la O del  79% (con dos de éstas repetidas) y del 90% (con tres repetidas), aunque, claro, siempre será más sencillo conocer y/o encontrar scrabbles acabados en -IRÍA o -IRÍAIS (pues conocemos muchos verbos de la tercera conjugación) que, por ejemplo, adjetivos acabados en -OSO (¿cuáles aparecen en el diccionario y cuáles no?), o sustantivos acabados en -ÓLOGO (probablemente uno de los sufijos en que más cuesta pensar a la hora de afrontar la cocción del scrabble).

Y, en cuanto a las consonantes, ¿cuáles son las mejores, cuáles aquéllas con las que se puede lidiar y cuáles las que definitivamente nos dan más problemas que satisfacciones? Aquí, la mayoría estamos de acuerdo en que S, R y N son las mejores, entre otras cosas porque permiten la formación de gran cantidad de terminaciones verbales. La S es la absoluta reina del juego (porque, además, genera los plurales), seguida a corta distancia de la R (que, además, se alía muy bien con muchas consonantes: -BR-, -CR-, -DR-, -FR-, -GR-, -NR-, -PR-, -RB-, -RC-, -RD-, -RG-, -RJ-, -RL-, -RM-, -RN-, -RP-, -RS-, -RT-, -RZ-, -TR-) y, algo más lejos, la N, (que se ofrece a los gerundios y terceras personas del plural, así como también a muchas alianzas consonánticas). Hasta aquí, bastante claro, pero, después de éstas, ¿cuáles siguen?

El siguiente grupo en orden de frecuencia (entre el 40% y el 50% respecto a la todopoderosa S) está compuesto por cuatro letras, encontrando la primera sorpresa en una de ellas a la que los escrablistas solemos no tener especial aprecio. En este orden, tenemos a T, C, D y L.

La T y la C forman parte de gran cantidad de palabras en español (sólo tenemos que ver la cantidad de páginas que ocupan en el DRAE en papel las palabras que comienzan por estas letras). Andan casi a la par en participación y la T además se ofrece a las terminaciones en -ASTE, prefijos en ANT-, ENT-, INT-, TRAS-..., aunque la C también en los prefijos CON-, que son bastantes. La T se asocia muy bien especialmente en las combinaciones -CT-, -LT-, -NT-, -RT-, -TR-, -ST-, -XT-, mientras que la C lo hace en -CC-, -CL-, -LC-, -NC-, -CR-, -RC-, -SC-, -CT-, -XC-. Como vemos, son dos consonantes muy parecidas en su versatilidad y presencia en el idioma.

La D tiene una presencia muy similar a la de la T, especialmente por las terminaciones del imperativo (-AD, -ED, -ID) y el participio (-ADA, -ADO, -IDA, -IDO). Sin éstas, su presencia en el idioma sería algo inferior. Es por eso que la recomendamos especialmente en restos de atril que contengan I, O y/o una o varias aes. De no ser así, puede incluso llegar a convertirse en una letra incómoda.

La L, letra poco querida por muchos de nosotros, tiene una mayor presencia idiomática que otras como M, B, o P, duplica la presencia de la G, cuadruplica la de muchas otras e incluso tiene una mayor presencia que la de las siete últimas consonantes juntas. Pensemos que, además, ayuda en la limpieza de atriles con exceso de consonantes, gracias a las combinaciones -BL-, -LB-, -CL-, -LC-, -LD-, -FL-, -LF-, -LG-, -GL-, -LH-, -LJ-, -LM-, -LN-, -LP-, -PL-, -LS-, -LT-, -LV-, -LZ-. Vistas todas sus posibilidades, ¿aún sigues pensando que la L es una mala letra?

A escasa distancia de la L tenemos el grupo formado por M, B y P, con la primera de ellas destacada sobre las otras dos. La B, además, es muy útil para buscar la terminación -ABA, así que, si disponemos de dos o más aes en el atril, puede llegar a ser una letra realmente importante. M, B y P combinan muy bien entre sí (-MB-, -MP-) así como con otras, especialmente con L y R (-LM-, -RM-; -BL-, -LB-, -BR-, -RB-; -LP-, -PL-, -RP-, -PR-). Suele ser esta capacidad asociativa, limitada pero profusa, la que les concede una versatilidad y frecuencia idiomática que las sitúa en el límite de lo que podemos considerar las "buenas consonantes". De esta forma, podríamos decir que, respetando el orden de presencia idiomática, las mencionadas hasta ahora serían las consonantes que mayor número de scrabbles nos concederían.

No obstante, debemos tener especial cuidado a la hora de seleccionar para nuestros restos de atril letras del grupo T, C, D, L, M, B, P, todas ellas versátiles, pero que tomadas de tres en tres pueden llegar a suponer un verdadero problema en el atril. Es por esto que nuestra recomendación es intentar no quedarnos con dos de estas letras en un mismo resto de atril, pues una tercera de este grupo limitará muchísimo nuestras opciones de conseguir scrabble.

Con un 22% de frecuencia respecto a la S aparece la G (no es tan temible como muchos pensábamos). Con entre un 10% y un 13% tenemos, por orden de importancia, a CH, F, V, J, Z y RR. Con entre un 5% y un 8% aparecen LL, H y Ñ. Y, con entre un 2% y un 4% cierran la lista Q, Y y X. Respecto a estos últimos grupos, cabe considerar que CH, J, Z, LL, H, Ñ y X son especialmente útiles pues, en el caso de no conseguir formar parte de un scrabble, siempre podrán concedernos con facilidad una alta puntuación con palabras cortas jugadas en paralelo. En menor medida, F, V e Y cumplen el mismo objetivo, mientras que RR y Q se verían rezagadas en tanto que la primera necesita siempre de una vocal a cada lado y la segunda precisa de una U y de una I o una E (salvo contados ejemplos como QUASAR, NEQUAQUAM, QUORUM), y que jamás podrán ser jugadas en paralelo (salvo la RR en contadas ocasiones, en que se ubique con fortuna entre vocales ya jugadas sobre el tablero).

Ahora quizás ya sepamos algo más acerca de qué fichas quedarnos y cuáles desechar a la hora de intentar componer un buen resto de atril. La semana que viene acometeremos los dos siguientes pasos para acercarnos algo más al misterio del resto de atril ideal.

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