Al ganar el Campeonato de España en Lloret en 2008, había cumplido un sueño de muchísimos años (de hecho un sueño de muchos años antes de conocer siquiera que existía un circuito de competición). Pero algo muy curioso es que ese cumplimiento llegaba justo en un momento en el que pensaba que ya jamás llegaría y que, además, la sensación resultante de la victoria no tenía nada que ver con lo que siempre había pensado que uno debía sentir al ganar un evento de esa magnitud. Siempre he creído que uno debe aprender a reconocer exactamente dónde se encuentra y cuáles han sido las condiciones para ello, y ese ejercicio de introspección me llevaba a concluir que la suerte había tenido mucho peso en el resultado, así como que lo verdaderamente importante, más allá de la satisfacción por el triunfo, no era éste en sí mismo, sino que había sido el ánimo de superación personal el que me había llevado a él. Y, cuando uno alcanza una cima, la importancia y el aprendizaje no están en la meta, sino en el camino. Tratar de entender de esta forma nuestros éxitos puede ofrecernos nuevas perspectivas y aprendizajes, mucho más provechosos que el éxito en sí mismo.
Con la tranquilidad de ese sueño cumplido, estaba convencido de que lo que me pedía el cuerpo para la temporada siguiente era de nuevo el arbitraje, así que, para no permitir que el paso del tiempo borrara la convicción en ese impulso, en la despedida misma del Nacional me puse a disposición del club Azeuxis para 2009, año en que el club sevillano se iba a encargar de la organización de la mayor fiesta del Scrabble español.
A lo largo de la temporada surgieron ciertos problemas logísticos que impidieron que Azeuxis pudiera llevar adelante la organización, tomando entonces el relevo el club Zajarí de Valencia. Promesa hecha es promesa por cumplir, así que el cambio de organizador no fue obstáculo para que en 2009 estuviera encargándome del arbitraje, faceta del juego que me apasiona prácticamente en la misma medida que la que experimento al sentarme a jugar y competir.
Empezó el torneo con la duplicada, modalidad que no quería dejar de jugar a pesar de mi arbitraje en clásica y, en una partida relativamente sencilla, tuve la suerte de jugar tranquilo y sin ninguna presión, lo que me llevó a firmar un excelente resultado, un punto por delante del maestro Antonio Álvarez, especialista en una modalidad en la que yo sólo me consideraba un buen jugador.
El torneo clásico fue tranquilo y, tras las primeras rondas, en que me había dedicado casi exclusivamente a la corrección de la duplicada, pude dedicarme de lleno al arbitraje y a seguir el desarrollo del torneo y de algunas partidas en concreto. Miguel Rivera encaraba la última jornada como líder con cierta ventaja, pero el grupo de perseguidores era amplio y combativo y Miguel, al que la suerte le volvió completamente la espalda en la jornada de clausura, cedía el liderato para que el torneo llegara a su última ronda con cuatro aspirantes a hacerse con el título: Antonio Álvarez, Carlos Puente, Montse Sánchez y Eufrasio Millán. Parte de la emoción de este final trataba de quedar reflejada en este artículo del Boletín AJS.
Montse Sánchez, SCRA, "la otra mitad de BBLE" (nicks de Montse Sánchez y Patxi Navarro en ReDeLetras.com), se alzaba con el título de campeona de España y el que suscribe, siguiendo el final de la partida desde el escenario, rompió a llorar como nunca, mientras aún le llegaban las últimas impugnaciones y algunos participantes, que aún se mantenían ajenos al hecho de que en la mesa uno acababa de quedar adjudicado el título, miraban esas lágrimas con la extrañeza de quien no entiende que un árbitro pueda estar llorando.
El título de campeón de España duplicado supuso una enorme alegría, pero el verdadero aprendizaje en este caso fue hallar en el interior de mí mismo la certeza de que la felicidad y la emoción pueden llegar a ser mucho mayores por los éxitos de los seres queridos que por los propios. Es por esto, entre otras cosas, que mi convencimiento de que los éxitos propios sólo tienen un pequeño valor para uno mismo es cada vez más firme. El éxito es producto de una actitud en el fondo egoísta: el afán de superar a los demás y a uno mismo. El orgullo por los logros de nuestros seres queridos valdrá siempre mucho más que eso.
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