domingo, 29 de abril de 2012

Los Episodios Nacionales: Las Palmas 2011

Habíamos llegado al año 2010 con un montón de horas de práctica en duplicada, con un 2009 prácticamente imposible de mejorar y con un nacional que apuntaba a nuevos éxitos (nuevo título en modalidad clásica y cuarto puesto en duplicada). Las expectativas para 2010 no podían ser mejores y los retos tras el nacional eran fascinantes: tres meses más para intentar repetir título europeo y unos seis meses más para optar igualmente al doblete mundial.

Con más preparación y confianza afronté la cita europea, pero las sensaciones durante la partida no fueron buenas desde el primer momento. Además, una polémica en torno a la interpretación del reglamento descalificó dos de mis jugadas, lo que me llevó de una teórica tercera plaza (con un discreto porcentaje, fruto de una partida con falta de concentración) a una octava (con un porcentaje realmente alejado de lo esperado). El Europeo de este año se acabó convirtiendo en una experiencia muy poco gratificante, por motivos ajenos a la propia competición, y esto se acabó reflejando en el resultado de la competición clásica, así como en los ánimos con los que salía del torneo. Los años de experiencia, sin embargo, me empujaban a salir de ese bache anímico que había supuesto París y a prepararme (con doble motivación si cabe) para el Mundial de Costa Rica.

En la cita mundialista, hubo un momento en el que los atriles comenzaron a gastarme macabras bromas durante demasiadas rondas consecutivas. En algunas de ellas no podía quejarme de mal juego, pero el de mis rivales era mucho mejor, llevándome, entre otras anécdotas, a firmar la derrota con mayor puntuación o la mayor puntuación conjunta del torneo (con derrota también). En otras, directamente tenía un juego absolutamente desastroso. Recuerdo especialmente una en la que en el turno cuatro tuve ocasión de formar el segundo muro (palabra de siete letras en paralelo a otra) de mi historial competitivo: SONAjEE en paralelo a ARELANDO y formando ZUÑÍAS al tiempo con mi S; pues bien, después de tal subidón de adrenalina y moral y de otro CRUJE en paralelo para obtener 67 puntos, acabé perdiendo esa partida por unos 100 puntos. Son cosas del juego y uno debe aprender a convivir con ello, más aún en un evento en que la mayoría de jugadores están muy preparados, pero toda paciencia es capaz de agotarse. Hacia el final de esa nefasta jornada, el halo de negatividad que estaba construyendo en torno a mí crecía como un huracán y en mi juego ya no había ambición o combatividad, sino impotencia e ira.

Comenzó la última ronda clásica de la jornada y, de pronto, como si fuera el protagonista de un programa de cámara oculta, la bolsa me lo daba todo ahora, para acabar llegando a tres cuartos de partida con una puntuación muy alta y una ventaja de unos 150 puntos. Recuerdo que el pensamiento que me embargó fue exactamente: "no quiero ganar esta partida por 150 puntos, quiero ganarla por 300". Así que, confiando en la fortuna que me venía proporcionando la bolsa en esa partida, abrí una línea de pornueve y otra de portrés, dejándolas abiertas mientras buscaba las más altas puntuaciones posibles en cada turno. Estaba encarando el juego con una actitud estúpida, con la cual tiraba por tierra todos los aprendizajes adquiridos en los últimos años y permitía que fuera la rabia quien jugara por mí. Ni un novato lo podría estar haciendo peor en esos momentos. Por fortuna para mi oponente, aunque también para mí, consiguió ocupar ese pornueve y vaciar la bolsa justo en el momento en que en mi atril había entrado la Q, de forma que terminé perdiendo esa partida al descuento. Me quería morir y no podía estar más enfadado con el juego y menos orgulloso de mí mismo en esos momentos.

Pero la competición puede llegar a ser mucho más cruel a veces, y el espíritu competitivo puede llegar a ser tan férreo y obstinado que, incluso en uno de los peores momentos de tu existencia, te empuja a seguir compitiendo y a intentar sacar la cabeza del barro, aun encontrándote en el mismo epicentro de tus miserias, con más necesidad de salir huyendo que de quedarte, muy probablemente, a seguir recibiendo. De esta forma encaraba la partida duplicada del día.

En el turno dos se me escapó un OBLIGUEN que había visto la práctica totalidad del resto de aspirantes al título y que me dejaba ya sin opciones de firmar un buen resultado. Y fue entonces cuando viví la experiencia más traumática de mi historia con la competición. Comencé a sufrir palpitaciones y a tener serias dificultades para respirar. Pedí un vaso de agua y me repetía a mí mismo que necesitaba calma, que no podía permitir que el juego me estuviera llevando a estos extremos. Tuve mucha fortuna, ya que conseguí paliar ese estado de ansiedad al tiempo que seguir compitiendo de forma notable. En los cuatro turnos siguientes dejé escapar 46 puntos, aunque también pesqué un LIVIDECE que muy pocos vieron, y pude reponerme hasta el punto de obtener un inesperado 100% en los últimos 9 turnos. Acabé maquillando la competición clásica con una 18ª posición y terminé la duplicada con un 8º puesto, tan digno como alejado de mis aspiraciones.

El mundial de Costa Rica 2010 fue la mejor experiencia competitiva de mi vida. El resultado fue muy insatisfactorio en relación a mi preparación y expectativas, pero el mejor premio que podía darme ese mundial no partía de una tabla clasificatoria. El verdadero y enorme aprendizaje que obtuve allí fue asumir que vinimos al juego para disfrutar, competir sanamente y crecer, para aprender en las victorias y sobre todo en las derrotas. El verdadero aprendizaje fue asumir que no podemos permitir que el juego nos lleve a vivir con angustia, sino que nos ofrece disfrute, pero también las dosis necesarias de adversidad para que aprendamos a crecer también en ella. Y la verdad es que, demasiado acostumbrados a tropezar una y otra vez en piedras iguales, necesitamos repetir muchos aprendizajes hasta poder decir que son completamente nuestros, si es que algún día consiguen llegar a serlo.

Haciendo un ejercicio de afirmación de estas convicciones en los meses siguientes, participé en el siguiente campeonato de España, el de Las Palmas de 2011, con nuevas perspectivas. Tuve partidas con buen y con mal juego. La bolsa no me permitió hacer grandes proezas, pero sí las suficientes como para acabar enmendando con una novena plaza un torneo clásico en líneas generales no muy bueno. En duplicado no mantuve la concentración necesaria, probablemente en parte de forma consciente, como terapia por las heridas aún no cicatrizadas, que exigían más el disfrute de la competición que la guerra con el cuchillo entre los dientes. Obtuve una satisfactoria tercera plaza con un porcentaje por el que sólo unos meses atrás podría haber agarrado un nuevo berrinche.

Los resultados en estos meses posteriores al nacional de 2011 han seguido siendo buenos, pero las sensaciones han sido infinitamente mejores. No he renunciado a la tensión competitiva, pero sí a la tensión vital derivada del juego y quizás eso haya podido tener influencia en los resultados. Nunca lo sabré. Nunca sabré si podría llegar a ser mejor jugador que éste o aquél, ni dónde podría estar realmente mi techo competitivo, ni si esto es sólo una excusa para justificar futuros buenos o malos resultados. Mi única certeza es que, si puedo ser un poco más feliz al jugar y competir, cualquier resultado se convierte en una mera anécdota.

Este fin de semana estaremos participando en el XIV Campeonato de España en Murcia, durante el duplicado como jugador y durante el clásico como jurado y reportero. No quiero permitirme vivir una experiencia como ésta con angustia. La vida y el juego tienen cosas mucho más bellas que ofrecernos que un número dentro de un listado.


Hoy se ha comenzado a disputar en Murcia el XIV Campeonato de España de Scrabble. Podéis seguir la retransmisión en directo a través de http://escrabelicomurcia.blogspot.com.es/. ¡Que no puedas asistir no significa que no lo puedas vivir!

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