En Montevideo, en 2006, obtuve una quinta posición, mi mejor clasificación mundialista hasta el momento. Mi preparación para ese mundial había sido exhaustiva, aunque en líneas generales considero que tuve un juego muchísimo más cómodo que el de mis oponentes. Visto con los ojos de las experiencia, considero que por entonces aún era un novato y que ya quisiera verme de nuevo en algún torneo con unos atriles como aquéllos. Curiosamente, fue un juego nefasto en mi última partida el que me impidió meterme en la final, pues me habría dejado empatado en la segunda posición con otros dos jugadores. Los empates se dirimían por la partida duplicada y en aquélla tuve la fortuna de lograr un mejor resultado que los dos grandes maestros que podrían haber sido mis rivales en la búsqueda de la plaza finalista: Rocco Laguzzi y Blai Figueras. En cualquier caso, de haber llegado a la final, Enric Hernández (con mucho mejor preparación, con ventaja deportiva y con la ventaja psicológica de haber defendido la mesa uno durante todo el torneo), me habría vapuleado. En ese sentido, me alegré de no haber llegado a ella: mucho mejor poder disponer de nuevos retos para años posteriores que caer fulminado en una partida después de la gloria de acceder a una final mundialista con sólo dos años de experiencia competitiva.
Era ésta la época en la que la modalidad duplicada estaba en sus primeros estadios de desarrollo, con todo lo que esto implicaba: un software aún imperfecto para la gestión del juego duplicado, o el uso de la modalidad como criterio de desempate para la modalidad clásica.
El Campeonato de España cambiaba de fecha, adelantándose de octubre a mayo, de forma que daría más tiempo a los clasificados al mundial para decidir si confirmaban su participación en éste y poder gestionar sus viajes y estadías mundialistas. Por contra, el cambio de fecha obligaba a todo aquél que quisiera presentarse a ambos torneos con garantías a mantenerse en forma prácticamente a lo largo de toda la temporada.
Me encontraba embarcado en la organización del Campeonato de España, en colaboración con el Club Scrabble El Prat, el organizador ese año, y saturado de estudio tras mi preparación al Mundial de Montevideo, así que decidí darme un respiro en mi preparación y centrarme en aspectos organizativos. No era una renuncia al aspecto competitivo (pues de competitividad siempre he ido bien calzado), sino que confiaba en que los resultados del estudio se mantendrían cinco meses después.
Llegado el torneo, advertí que la fortuna en los robos se sentaba ahora más a menudo del lado de mi oponente, como en una broma respecto al Mundial (o todo, o nada), así como que multitud de dudas de vocabulario me asaltaban, pues toda mi preparación pre-Nacional se limitó a un puñado de partidas oficiales, sin repaso de vocabulario.
Finalicé el torneo en 26ª posición. Mi espíritu competitivo me impulsaba a tratar de maquillar esa clasificación participando en la partida duplicada, que podría hacerme escalar hasta nueve posiciones. Sin embargo, había adquirido el compromiso de arbitrar la partida duplicada y ni la escalada de nueve posiciones ni la de veintiséis debían valer más que este compromiso.
Este Campeonato de España de El Prat me enseñó varias cosas. La primera es que ningún éxito previo garantiza resultados, así como que ningún mal resultado te hace ser peor jugador que ayer; el futuro está repleto de posibilidades para demostrar nuestra valía y nuestros aprendizajes en cualquier ámbito. La segunda es que uno debe ser, con convicción y muy a su pesar en determinadas circunstancias, fiel a su palabra y compromisos. La tercera es que, por muy talentosos que como jugadores podamos llegar a ser, el único camino hacia una mejora continua es la preparación continua. Y, por último, cuando a uno le atraen casi por igual la competición y los aspectos organizativos del juego, debe aprender a separar ambas facetas, pues, de lo contrario, se produce un conflicto de intereses y el resultado sobre la faceta competitiva puede ser terrible; esto último lo viví por primera vez en este Nacional de 2007, pero me costó cuatro años más aprenderlo realmente: si quieres competir, compite, pero, si quieres organizar, únicamente organiza.
Los aprendizajes en el juego, como en la vida, a menudo son mucho más sencillos en la teoría que en la práctica y antes de adquirirlos podemos llevarnos más de una caída en el camino.
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